Opinión

Abstención...como en Badalona

Seguro que recuerdan cuando a Sánchez se le pidió en 2016 una «abstención responsable» para facilitar la investidura de Rajoy, pero seguramente recuerdan también que, tras resultar ganador en las urnas con una exigua mayoría como la ahora obtenida por el PSOE el primer movimiento del propio Rajoy, casi antes de hablar con nadie fue ofrecerle a Sánchez un gobierno a la «alemana» de gran coalición y situando al líder socialista en la mismísima vicepresidencia del Gobierno. Sensible detalle a tener en cuenta por algunos actuales profetas de las «razones de Estado». La noche electoral del 28 de abril, la sede socialista de Ferraz vivió el curioso contraste entre el alborozo general por la victoria en las urnas y una más que patente decepción dentro del núcleo de poder más cercano entorno de Sanchez.

Se había cumplido el buen augurio de los sondeos pero la jugada había quedado sin redondear por un escasísimo puñado de escaños. A partir de ahí, todo lo visto y oído durante los casi cincuenta días transcurridos y a la espera de cuando se concrete la sesión de investidura de Sanchez forma parte de un lógico pedaleo frente al que, a la hora de la verdad la matemática solo señala un camino, ese que ya intuíamos muchos en línea con la inquietud de Ferraz la noche del 28-A y que no es otro más que el entendimiento en coalición o en «cooperación» –que ya se verán los detalles– con los 43 escaños de Iglesias , con el PNV siempre esperando la recogida de nueces y en última instancia asumiendo la necesidad aun con la nariz tapada de pasarle la bandeja a Esquerra Republicana cuya abstención tal vez no sea necesaria para la investidura, pero que atisba un papel que puede resultar clave en el «día a día» de un nuevo Gobierno de Sanchez que de entrada habrá de presentar nuevos presupuestos en septiembre, salvo que pretenda en el colmo del absurdo volver a prorrogar los de Rajoy justo después de haber ganado unas elecciones.

Pero antes de reconocerse lo inevitable desde las filas del PSOE, casi desde el minuto uno del fin del escrutinio en estos comicios generales, tocaba realizar una serie de movimientos encaminados a cargar sobre las fuerzas enviadas a la oposición por los electores parte de la responsabilidad de dejar a Sánchez en manos de tan dudosos socios o más allá, de abocar al país a una repetición electoral y aquí, lo de mayor relumbrón tenía que ser el emplazamiento al PP de Pablo Casado para asumir una abstención que facilitaría la investidura sin recurrir al independentismo. Eso sí, sin explicar que después habrá que tejer unos acuerdos para la gobernabilidad del país que ya tendrán a otros eventuales socios de referencia. Mientras tanto, lo que procede es tachar a PP y Ciudadanos de no tener altura de miras, esa que precisamente Sánchez no les ha ofrecido como en su momento sí hizo con él su antecesor bridándole un gobierno de gran coalición. Ergo, a la espera de solventar el trance de la investidura, tal vez ERC tenga, así de saque, la llave de los próximos presupuestos del Estado cuyo trámite –fíjense qué cosas– puede que coincida con la sentencia del «procés».