Opinión
Bildu, el pacto del diablo
Veremos cosas que nos helarán la sangre. Aquella frase de Pilar Ruiz Albisu, madre de Joseba Pagazaurtundua, asesinado por ETA, podría haberse esculpido en mármol como una escultura dedicada a lo que es la política. Todos tragaron. El expresidente que ahora chapucea, también, aunque pusiera cara de asco. Y el PSOE degustó la medicina para aliviar el dolor de su vergüenza. Parece un verso de Benedetti, «se te helará la sangre y los crepúsculos y el humo», que describe el ungido final de nuestras vidas. La sangre, sus marcas, sigue fluyendo entre las venas de los que aún no han pedido perdón por los crímenes terroristas, los que festejan que vuelvan a casa los asesinos en un remedo de una gesta de John Ford, solo que en lugar de la hamaca en el porche donde una madre aguarda al soldado Ryan, hay un aquelarre de serpientes que escupen veneno e incienso del diablo.
El pacto de los socialistas en Navarra con los proetarras, con la inestimable ayuda celestina del PNV, traduce no solo un error que un día pagaremos todos sino una hipocresía de retranca maquiavélica. Se puede atar el destino a Otegi pero no se le ocurra nombrar a Vox, que habla en castellano tan antiguo que no se le entiende, ni quiero, la verdad, en estos momentos, pero que la única sangre que puede donar es la suya, no la de inocentes que algo habrían hecho. Las víctimas han sido traicionadas tantas veces que citar su nombre en vano merecería, aun en sentido figurado, la prisión permanente revisable y el destierro institucional. No es así. Para una investidura, sea de quien sea, no vale todo. Con los cordones sanitarios podían atar sus supuestos ideales y ahorcarlos en la plaza pública. ¿No tiene nada que decir Macron? ¿Algún reproche de Valls, el santón que acabará siendo el relator de los males de España?, «Allons enfants de la Patrie». Habría que ver al presidente francés acordar un parlamento con los independentistas corsos que no tienen en su hoja de servicio el escalofrío de los zulos y el tiro en la nuca. Esto es la política «fake», mucho cambio climático, que no digo que no, y poco calor humano. El sufrimiento de los que vivieron, y los que aún lo hacen, la amenaza y el orín en las tapias de los cementerios, no es suficiente muro para aguantar la embestida de las bestias. Un socialista, en su definición clásica, no debería abrir la muralla de tapadillo a un nacionalista, claro que la ideología es ya mercancía corrupta, como ha demostrado hace tiempo la historia y nos recuerda Sánchez.
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