Opinión
Generalitat indígena
La evolución de la especie avanza hacia la estupidez. Hay latitudes donde ese cambio se produce con más celeridad. La Generalitat de Cataluña podría ser la zona cero de la epidemia. Científicos de esos corruptos grupos de trabajo de la ONU que se llenan los bolsillos de paparruchas millonarias harían bien en investigarlo. El conseller de Exteriores, Alfred Bosch, se fue a México a propagar la buena nueva con el disfraz de Bartolomé de las Casas. Sus plegarias no fueron atendidas. López Obrador no lo recibió. Tampoco el secretario de Exteriores encontró hueco en su agenda para tan magna visita y los presidentes del Congreso y el Senado estaban comunicando o fuera de cobertura. Consiguió sentarse con la más alta representación del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas. Cuánto honor. Ante la majestad de su anfitrión pidió perdón en nombre de la Generalitat catalana por la conquista de México. Los que acometieron la hazaña de llegar hasta aquella tierra ya han pasado a la Historia. La tontería de Bosch no pasará del próximo telediario. Es de agradecer, en cualquier caso, que nos hiciera pasar un buen rato en estos tiempos de tribulaciones, si bien el esperpento siempre deja un sentimiento trágico del humor. Tanto que uno desea ante el espejo deforme que un alien divino nos borre de la faz. Notas a pie de página. Fue la Corona de Aragón, no la Generalitat, que entonces no había «molt honorable» sino un rey que entronca con Felipe VI, la que participó, en menor medida que Castilla, en el Descubrimiento. Silencio de Bosch sobre el esclavismo con el que se enriqueció parte de la burguesía catalana. He ahí al tatarabuelo de Mas. Nada de eso supo el célebre negro de Bañolas, que, para colmo del adefesio, fue devuelto y enterrado en Botsuana, país que no era el suyo.
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