Opinión

Eta era blanca y radiante

Josu Ternera, el hombre que no tiene nada que perder, solo la caspa, que diría el anuncio, lo ha dicho muy claro. Joder, uno nunca sabe cuándo hay que creerse a un etarra cuya sombra desoba sangre en un «remake» de una película de ciencia ficción. Ante el Tribunal francés ha dejado a la política española tan desnuda que no se le ven los atributos. Si alguna vez tuvo huevos, o lo que sea en los términos de la perspectiva de género, haría bien en cortárselos. Ternera relata que estaba de vacaciones por el mundo, no en busca y captura, ni en la clandestinidad, o sea que el hombre más buscado en realidad estaba encontrado pero resultaba mejor mantenerlo en la sombra, al estilo de «El tercer hombre», viendo cómo morían los inocentes desde la lejanía, tú asesina que otros limpian, y atribuyéndose el mérito. Había que alcanzar un acuerdo de paz, normalizar la democracia, como dicen ahora los que quedan a tomar un pincho con los de Bildu, gente de bien, no los de Vox que a su lado más que doberman sin collar son caniches de compañía a los que se les encierra en el cuarto del cordón sanitario. Ternera chulea al juez con un «Usted no sabe con quién está hablando, he tenido una implicación activa» en el proceso de paz y «he mantenido contactos con altas esferas de poder». De creerse a un etarra, de creerse al padre de todos los etarras, esos jerifaltes con los que sentó a merendar poniendo muertos sobre la mesa, y los que hoy recogen las nueces desde Madrid, deberían explicarnos qué se pactó con él, quiénes se reunieron, en qué momento se enamoraron para blanquear los ataúdes haciendo de una celebración de Halloween un campamento de la semana blanca, cuándo acordaron que sus hijos políticos se presentaran a unas elecciones y que, llegado el tiempo, de sus votos dependa la investidura de un presidente del Gobierno de España. Jesús Eguiguren tal vez enseñe su lengua bífida. Una cierta izquierda y un burdo nacionalismo abronca a sus rivales por usar el nombre de ETA en vano. Quieren bajar el telón lo antes posible y relatar que Otegi es un hombre de paz con el que jugar a la brisca. Esto explicaría el pacto en Navarra, las mediaciones de Pablo iglesias, el protagonismo del señor que anoche entrevistó TVE en el ocaso catalán, en fin, lo que se mueve bajo tierra además de los gusanos que besan a los asesinados. Hasta el petardazo del PNV en la moción de censura. Queríamos enterrar a ETA antes de tiempo, pero ella misma resucita sin que el poder se anude al cuello una ristra de ajos.