Opinión

Rivera y Malú, la naturalidad siempre triunfa

Siempre he sostenido que uno de los requisitos más importantes que deben apreciarse en un líder es el de la normalidad... el de la humanidad, entendiendo por tal el hecho de que este no es ‘un ser divino’ y está sometido a las mismas pasiones, a las mismas grandezas, a las mismas ’miserias’ que la ‘gente corriente’. Es un hecho evidente, en el caso de los líderes políticos, que los ciudadanos se identifican más con aquellos dirigentes a quienes aprecian como más cercanos a ellos... y por ello acaban por votarles más que a los demás. Un buen ejemplo de ello fue el caso de José Luís Rodríguez Zapatero, que bien asesorado, repetía una y otra vez que el PSOE y él mismo eran quienes más se parecían a los españoles.

Naturalidad y normalidad faltan en la política española, condenada desde hace tres meses a revivir la pesadilla del fantasma de unas nuevas Elecciones Generales. Esta semana, una más, se cierra sin ningún tipo de acercamiento entre las posiciones de Pedro Sánchez empecinado en tener su tan deseado gobierno monocolor, eso sí, aportando solo 123 escaños y Pablo Iglesias, que no está dispuesto a renunciar a su espacio político y que no aceptará el órdago de unas nuevas elecciones para apoyar a Sánchez. Su precio es archiconocido, un gobierno de coalición y además sin tecnócratas.

Todo parece teatro: un teatro del absurdo lleno de estrategia ficticia y fingida, repleto de mentiras y plagado de falta de trasparencia y de naturalidad.

Rivera-Malú:

Viene a cuento toda esta larga introducción para enviar una enorme y sincera felicitación a una pareja que, aunque ya habían sido inmortalizados juntos en un centro comercial hace algunas semanas, hoy han decidido ‘oficializar’ su relación de manera pública y de paso desmentir los rumores recientes sobre una supuesta ruptura: Albert Rivera y la cantante Malú. Ha sido - no hay mal que por bien no venga- a raíz del tropiezo de salud sufrido por el líder de Ciudadanos en la noche del pasado martes 9 de julio, cuando una gastroenteritis aguda causada por una salmonella obligó a ingresarle de urgencia en el Hospital de Móstoles. La cantante, y pareja actual del político, no se ha separado de él ni un momento es las duras 48 horas que Rivera ha permanecido bajo vigilancia. Y como no podía ser de otra manera, ha salido junto a él, dejándose fotografiar por las cámaras que esperaban al líder ‘naranja’ a la puerta del centro sanitario. Como hubiéramos hecho la mayoría de las parejas españolas.

¡Por fin! Insisto en que defenderé hasta la extenuación la necesidad de que los líderes se comporten como personas normales, con NORMALIDAD y NATURALIDAD. A la gente le gusta saber -o que les recuerden de vez en cuando- que son como los demás, de carne y hueso. En la medida además en la que una estabilidad personal, aportada en buena medida por la felicidad que supone una buena relación de pareja, ayuda al mantenimiento emocional del responsable empresarial o político, no puedo más que ver ventajas en esta decisión de ambos.

Especialmente entrañable es el detalle de la camiseta lucida por la artista: una camiseta de fondo crudo en la que resaltaban, con especial viveza y en un ‘rojo-rojísimo’, cuatro letras: LOVE.

¿Cabe una mayor muestra de cariño, de amor, de apoyo incondicional y de gritarle al mundo lo que quiere y lo que siente por él, sentimiento -como ya sabemos- plenamente compartido?

Lo más importante es que la pareja no ha cedido a las presiones de los medios, de la opinión pública y ambos han aparecido juntos, sencillamente cuando tocaba, cuando lo han considerado oportuno.

Los políticos franceses, unos ‘artistas’ del amor

Albert Rivera no es el primer político en mantener una relación con una artista de enorme éxito y reconocido prestigio. Recuérdese el caso de Nicolás Sarkozy, que se embarcó después de dos relaciones fallidas con la actriz, cantante y modelo Carla Bruni. Una decisión en absoluto baladí porque Bruni se convirtió, por obra y gracia de este romance que cuajó en una posterior relación estable, en primera dama de Francia entre 2008 y 2012. Especialmente emotiva fue su boda, puesto que ambos contrajeron matrimonio en el Palacio del Elíseo. Bruni tuvo que luchar al principio con una cierta incomprensión general puesto que no tenía un papel bien definido, pero enseguida encontró su sitio, y aparte de convertirse en embajadora de causas humanitarias, acompañó a su marido en visitas oficiales tan importantes como la rendida a la Reina Isabel II o al mismísimo Dalai Lama.

No menos sonada fue la relación entre otro expresidente galo, François Hollande, que tras años de vida casi clandestina con ella acabó haciendo pública su relación con la actriz Julia Gayet. Esta, vivía ya en El Elíseo, nada menos, pero nadie -salvo el personal de seguridad y el círculo de máxima confianza del presidente- conocía detalles. ¡Qué error...! Cuando todo salió a la luz, el pueblo francés se sintió mayoritariamente engañado y la revelación supuso todo un escándalo.

A ello se añadió el escarnio de la anterior cónyuge de Hollande, Valérie Trierweiler, que tuvo que ser ingresada por aquellos días por una ingesta de tranquilizantes y tiempo después se vengó escribiendo un libro en el que narraba las miserias de su matrimonio con quien seguía siendo jefe del Estado. Feo detalle, pero cuando las cosas se hacen mal, las bajas pasiones y los peores instintos acaban por aflorar.

y, cómo no… ¡las Casas Reales!

Ya puestos a hacer historia, podemos recordar otras que por derecho propio llegaron a convertirse en ‘cuentos de hadas’, como la boda entre Rainiero de Mónaco y Grace Kelly, una musa de Hollywood que acababa por matrimoniar con un miembro de la más vetusta realeza europea. De princesa del cine, a princesa en la vida real.

Más moderno es otro cuento similar; Harry de Inglaterra -o Enrique de Sussex, como gusten- con la actriz americana Megan Markel. Un enlace que ha traído más de un quebradero de cabeza a la Casa Real británica, pero en el que nadie podrá negar que hay mucho amor… como lo hubo en mayo de 2004, cuando los españoles vieron por fin que el hoy Rey Felipe VI y entonces Príncipe de Asturias se unía a Letizia Ortiz Rocasolano. Un matrimonio que los más rancios monárquicos se apresuraron a tildar de ‘morganático’ (con una persona de sangre ‘no Real’) pero que el pueblo español saludó con alborozo.

Nunca es fácil una relación entre dos personajes públicos y más si como en el caso de Malú y Rivera están en la cresta de la ola. Sin embargo, en todos los casos en los que he tenido que trabajar con políticos que se han encontrado en situaciones parecidas, sé perfectamente que son relaciones que pueden reforzar de forma extraordinaria el éxito de las personas involucradas, siempre y cuando su marca personal se trabaje a conciencia y toda esta circunstancia se viva de una forma natural.

El efecto acelerador de una relación de este tipo es extraordinario cuando va acompañado de coherencia, de consistencia en los mensajes y especialmente de amor y de complicidad. El amor no es un juego, pero más que nunca en situaciones como esta, no hay que tomarse demasiado en serio como personajes públicos y sí que se hace necesario buscar metas comunes pero con ese imprescindible espacio y libertad que permita seguir triunfando con la persona al lado, pero nunca dependiente.

La política es una profesión de servicio a los ciudadanos. Cuanto más emocionalmente fuerte se encuentre el líder, más fácil resulta volcarse en la gente que le necesita al cien por cien proyectando éxito y seguridad.

Mis mayores deseos de felicidad y éxito a Malú y Albert Rivera: ¡A TRIUNFAR Y SER FELICES!