Opinión

Bipartidismo por decreto

Pues va a resultar ahora que el bipartidismo al que se ha demonizado como máximo exponente de los rodillos políticos y enemigo de la pluralidad y el diálogo, no solo no era tan malo sino que hay que recuperarlo una vez comprobado que la supuesta pluralidad que nos ha traído el multipartidismo de la mano de la nueva política es una bendición que no son capaces de manejar los dirigentes actuales de los partidos. Tal vez aquí se haga inevitable la gran pregunta: ¿nos merecemos unos políticos que anteponen la consecución del sillón a la gobernabilidad general del país en una demostración de ausente altura de miras o tenemos los electores parte de culpa al haber propiciado un fraccionamiento que nuestros representantes no saben manejar?

La manida y famosa frase de la noche electoral de turno –«los españoles acabando con las grandes mayorías nos han encomendado la tarea de negociar y negociar»– no solo se ha demostrado estéril, sino sobre todo molesta para los destinatarios y además no es nueva. Ya en los primeros años noventa cuando se le escapaban de las manos las holgadas mayorías absolutas, Felipe González apuntó aquello de «creo haber entendido el mensaje». Pero en estas nos encontramos, a una semana para el arranque de la sesión de investidura, con Sánchez e Iglesias con el galgo o el podenco de la coalición o la cooperación y destapando el relato de una necesaria reforma de la Carta Magna que facilite el acceso al gobierno a las formaciones más votadas aun siendo solo mayorías minoritarias en el ámbito parlamentario. Ergo, cuando los ganadores de elecciones eran otros, no solo resultaba más que suficiente la frase textual del primer interesado de la reforma Pedro Sánchez –«en democracia representativa triunfa el que obtiene más apoyos»–, sino que, llegado el caso, no había más que aplicar el «pacto de Tinell» para dejar fuera del poder a quienes se encontraban no a considerable distancia de la mayoría absoluta, sino prácticamente rozándola.

El argumento del propio presidente en funciones pretende añadir más ingredientes al cocinado de ese relato que culpa del bloqueo a quienes no han sido designados por el jefe del Estado para cerrar un diálogo, pero sobre todo emana algo más como es el hecho de anteponer el acceso en este caso a La Moncloa a la propia gobernabilidad y estabilidad política de un gobierno y de una legislatura. Primero, el Falcon por obra y gracia de la legislación electoral, y eso de sacar adelante leyes e iniciativas con apoyos suficientes ya se verá. Parece una broma pero no lo es dado que se coló –con todo éxito– de rondón la pasada semana en el debate mediático. ¿Está la ciudadanía tan lobotomizada como pretende el simplismo tuitero de sus dirigentes políticos?