Opinión
Armar la flota
La salida del golfo Pérsico hacia el mar Arábigo a través del estrecho de Ormuz está en entredicho gracias al aumento de la tensión con respecto a Irán, especialmente en su relación con Estados Unidos tras la ruptura del acuerdo nuclear. En política internacional todos los asuntos se entrelazan y la decisión iraní de presionar a los países de la Unión Europea con el incumplimiento de su compromiso de contener el desarrollo de su programa nuclear, se complica ahora con la captura del petrolero británico «Stena Impero». Previamente el buque «Grace 1», bajo pabellón panameño, aunque por cuenta de Irán, fue detenido en Gibraltar por la Marina Real británica, con lo que nos encontramos ante una cierta escalada de la tensión en el conflicto iraní, fruto de la cual se ha puesto en entredicho la libertad de navegación y la seguridad internacional. Recordemos que por el estrecho de Ormuz transitan cuatro décimas partes del petróleo que se comercializa en el mundo, con lo que ese problema de seguridad concierne al suministro energético, en especial de los países europeos.
La libertad de navegación fue una conquista hábilmente trazada a lo largo del siglo XVII por los Países Bajos a través de acuerdos bilaterales con las principales potencias navales de la época: España, Francia e Inglaterra, entre ellas. Pudo establecerse desde entonces como un principio consuetudinario de derecho internacional que protege a todos los buques que enarbolan el pabellón de un Estado. Es ese principio el que ahora se pone en cuestión con la acción iraní, toda vez que la captura del «Grace 1» tiene cobertura jurídica, al haber violado este navío el embargo petrolero de la Unión Europea a Siria. Por ello, resulta razonable la petición formulada por el gobierno británico a los otros países europeos para armar una flota que se dirija a las aguas pérsicas y arábigas a fin de asegurar allí una navegación libre y segura.
Francia ha respondido positivamente al llamamiento británico, pero España sólo lo ha hecho con la ambigüedad acostumbrada por la izquierda ante cualquier conflicto exterior. Algo incomprensible, a mi modo de ver, pues un posible cierre de Ormuz afectaría severamente a nuestro suministro de petróleo y, por tanto, a nuestra seguridad. Además no se entiende bien que nuestro país lidere en este momento la operación Atalanta en aguas del océano Índico –en este caso para preservar la navegación contra la piratería– y, sin embargo, no se comprometa a aportar medios para impedir la arbitrariedad iraní. Me temo que la reciente retirada de la fragata Méndez Núñez tiene que ver con esto. Pero no hay que confundir el culo con las témporas.
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