Opinión

Boris desbocado

Tampoco en España seremos ajenos a las más que previsibles peripecias de un «007» agente británico al servicio de su Majestad con licencia para «dinamitar», no sólo cualquier puente que quede en pie con la UE, sino la propia esencia y unidad de acción de los 27 socios, si se le permite campar a sus anchas como si de Sean Connery, Roger Moore o Daniel Craig se tratara. Boris Johnson, primer ministro británico llegado al 10 de Downing Street sin previo paso por las urnas, va a suponer la gran prueba que demuestre cuál de las dos Europas puede acabar imponiéndose en un futuro no tan lejano, si la de Merkel, Macron o Juncker o la de los Salvini, Le Pen, Urban y hasta Puigdemont.

Dedicamos tanta atención a mirarnos el ombligo con unos comicios generales, municipales y autonómicos que en el caso nacional ni siquiera han dado con la formación de gobierno, que dejamos de lado todo interés hacia unas elecciones europeas a las que erróneamente contemplábamos como algo poco cercano pero que, tal y como se venía avisando, pasaban por ser las más importantes en muchos años teniendo en cuenta lo mucho que se jugaba en la UE ante el desafío de unos nacional populismos que resucitaban viejos fantasmas de la más negra historia europea. La cita con las urnas confirmó alguna de las peores previsiones para el parlamento continental, como era la entrada en Estrasburgo de más de una cuarta parte de representantes que responden a todo, menos a la defensa de un proyecto común europeo. Unos escaños que solo se corresponden con lo más granado del populismo y del nacionalismo en una casi exclusiva línea de acción que se enmarca dentro del espectáculo y el «frikismo» para acaparar la atención mediática a toda costa acelerando el proceso de aluminosis en la UE. Johnson amenaza a la unión con una guerra abierta vía imposición del Brexit duro con ruptura definitiva el 31 de octubre y además sin pagar facturas como los 45 mil millones de euros que supone el divorcio para las arcas del unido reino o la salvaguarda irlandesa dejando en ambos casos un verdadero y auténtico reguero de inestabilidad –incluida la amenazada paz en el Ulster– cuando no de mayor inseguridad frente a amenazas globales y de incertidumbre para terceras partes afectadas como es el caso de nuestro país, sin duda uno de los grandes perjudicados por el órdago del nuevo jefe de gobierno conservador ahora lanzado a una huida hacia adelante que, en realidad, lo que busca es tapar vías de agua en su propio partido y explorar posibles grietas en la unidad europea. Se pretende un Brexit duro aunque sea catastrófico demostrando de nuevo –con el desbocado Boris como nuevo exponente– que a los populismos lo último que les preocupa son las consecuencias para el propio pueblo. De como gestionemos el desafío del nuevo inquilino de Downing Street dependen muchas cosas, incluido el futuro de algún otro inquilino como el acomodado en un confortable inmueble de Waterloo. Toca firmeza.