Opinión

Es libertad, no censura

La de Carmena fue una época triste. Por irreal. Nos contaban un cuento coloreado con lápices Alpino, algunos eslóganes que servían de antidepresivo y hasta poemas en los pasos de cebra. Fue un Gran Hermano líquido. Anestesiar a los protestones con falsas promesas mientras los desahucios y todo ese relato malvado seguía su curso sin que la alcaldesa lo impidiera. Cuando Carmena asaltó programaciones teatrales, pasó a cuchillo a Juan Carlos Pérez de la Fuente, director del Teatro Español, y borró los nombres de Fernando Arrabal y Max Aub de las Naves del Matadero, si bien luego rectificó, a los guardianes de la cultura no se les llenó el buche mártir con la palabra censura. Aquello era una reorganización administrativa. Cuando Carmena cambió los nombres de algunas calles de Madrid con tanta saña como arbitrariedad tampoco fue censura. Sino justicia histórica. Ahora, alguna junta de distrito de Madrid, con el poder que le han dado las urnas, que parece que a Carmena la han echado cuando la realidad es que no consiguió votos suficientes para gobernar, retoca programas festivos, o revisa la contratación de algún cantautor podemita, repican las campanas para salvar la cultura, que siempre es la que ellos quieren, todo lo demás es asco e infraespectáculo. En este caso «censurar» es no pagar con dinero del Ayuntamiento a un artista. El cantante puede actuar siempre que le pague un promotor privado, aunque para eso debe concitar un mínimo de curiosidad entre el público, que es el que manda. Todo lo demás es subvención política. La libertad de expresión es la máxima que jamás debe saltarse ningún Gobierno, venga de donde venga. Censura es otra cosa. Lo saben bien porque la han aplicado sin dolor. Villacís debería saberlo.