Opinión
Italianizados
Pueden estar dimitiendo el primer ministro o varios miembros de su Gabinete, hasta pueden temblar los mismísimos cimientos de la República, pero da lo mismo, las televisiones continuarán con sus concursos matinales y sus programas sobre recetas de cocina, como si no estuviera pasando absolutamente nada. El de la política italiana es uno de los más paradigmáticos casos europeos a la hora de brindarnos la doble velocidad que suponen, por un lado reiteradas crisis institucionales y de gobierno sin resolver, mientras que por otro, la sociedad discurre en su día a día con la mayor de las normalidades, casi como si hablásemos de universos paralelos. España ha sido durante décadas ejemplo de todo lo contrario entre los socios mediterráneos. Aquí emitíamos grandes especiales informativos monográficos por la dimisión de un ministro probadas sus cuitas con Hacienda, por la abdicación de un rey o por la aparición en el salón de columnas de Moncloa de un jefe de gobierno portando un enigmático cuaderno azul.
Hoy sin embargo el grado de decepción de la opinión pública frente a la actual camada de políticos es de tal nivel, que contemplamos todo un debate de investidura con dos votaciones fallidas y nadie se inmuta. Las bolsas solo acusan el golpe de fuera, el de Trump y China, la economía continua curiosamente en línea de crecimiento, los comerciantes levantan cada mañana la persiana de su negocio y los teatros, cines y restaurantes se siguen llenando cuando la ocasión lo merece. El interés de los españoles por sus políticos se ha tornado en hastío trufado de decepción o hasta rechazo y esto es lo realmente alarmante en una democracia como la española no precisamente veterana aunque ya totalmente consolidada. Los políticos se han convertido, tal y como certificaba el último sondeo del CIS, nada menos que en el segundo gran problema tras el del desempleo en opinión de los ciudadanos sondeados.
Que nos estamos italianizando parece pues evidente vista la opinión de ese 34 por cien de españoles que no ven precisamente rasgos de ejemplaridad entre sus dirigentes políticos, pero en nuestro más concreto caso, a las puertas de una posible repetición electoral y con los «cerebritos» de unos y otros partidos echando las cuentas sobre cómo influirá esta desidia en el reparto de votos, tal vez sea obligado recordar, que bloqueos como el actual siempre tienen a alguien agitando el árbol de las nueces y haciendo de su particular necesidad una virtud. Curiosamente es quien no ha sabido o no ha querido desbloquear la situación cumpliendo con la encomienda del Rey, el que más crecería de repetirse comicios. La responsabilidad entre la izquierda de que no haya Gobierno se carga –al menos de momento– sobre Podemos, mientras que enfrente, Ciudadanos –quizás por haber sido coherentes con su hilo argumental de campaña– paga peaje y al PP casi se le observa, a pesar de crecer, como primer responsable en un futuro cercano de abocar al país a terceras elecciones si las cuentas siguen sin salir en las segundas. Ergo, gran trabajo de la fontanería demoscopica de Sánchez con Iván Redondo a la cabeza, pero muy flaco favor al país. España ya no aprecia a sus políticos... mal asunto.
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