Opinión
¡Isabel, solo lo bueno de ellas!
Isabel Natividad Díaz Ayuso presidirá Madrid con la posibilidad de empezar como sus antecesoras Aguirre o Cifuentes, es decir muy bien, pero también evitando acabar como ellas, es decir mal. Muy pocos lo podían imaginar tan solo hace unos meses, pero la política, como el fútbol tiene mucho de estado de ánimo, de inesperados detalles que cambian el devenir del juego y hasta el resultado. Hoy miércoles se cierra la sesión de investidura que dará con la popular Ayuso en la presidencia de la Comunidad de Madrid o lo que es igual, con la continuidad pasados dieciséis años del «tamayazo», de un inquilino del PP en la sede de la puerta del Sol, con la guinda de una legislatura que, aún no prometiéndose fácil tendrá la complicidad del Ayuntamiento desterrada la experiencia «Carmenista».
En el partido popular han ocurrido muchas cosas desde aquella no tan lejana noche triste del «28-A» que quedara enmarcada en la memoria de los peores días para el partido fundado por Manuel Fraga. Desde aquella foto funebre de los tres tenores del óbito –se entendería que Casado, García Egea y Suárez Illana todavía maldigan la ocurrencia de las chaquetas y corbatas negras– se ha pasado en poco menos de cuatro meses, del más que previsible cierre por derribo a un estado de creciente gracia, lento pero constante. Casado consiguió parar con nota el golpe de los comicios municipales y autonómicos compensando la cruda y dolorosa pérdida de escaños en el congreso de los diputados, con un aumento manifiesto del poder territorial, a lo que se ha añadido una estrategia bastante más afortunada que la de Ciudadanos durante esta etapa de cien días frente a la investidura «no nata» de Sánchez, lo que ha consolidado su condición de referente al frente de la oposición y en consecuencia su capacidad de maniobra en clave interna al frente de un partido donde sus teóricos adversarios, o ya no están o no se les espera.
Llegados pues a este punto, la pregunta de obligada formulación es si este PP de Casado conseguira volar solo, soltados algunos pesados lastres del pasado, pero también arrojados por la borda valores contrastados. La respuesta la tiene el propio Casado pero también las Ayusos, Almeidas o López Miras, porque el partido que ha demostrado una mayor capacidad para la gestión desde los gobiernos es el mismo al que su parroquia ha tenido que arrumbar en el rincón de la sospecha por corrupción. La lección parece clara, el electorado del PP no permitirá más escandalos de mano en la caja, por mucho que vuelvan a demostrarse esas mejores dotes para gestionar lo público. Hay una nueva oportunidad para el PP a la hora de demostrar que su rumbo son los cinco millones de empleos creados por Aznar pero no las bodas de El Escorial, o el arrojo de Rajoy para librarnos del rescate pero no su indolencia ante otros graves desafíos, o el «meneneo» modernizador en Sanidad, infraestructuras o fiscalidad en Madrid durante los últimos años y no lo que echó todo abajo. Isabel Natividad... empieza como ellas, pero no acabes como ellas.
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