Opinión

Estalinismo soft

Pasados varios días de la cacería sólo hay dos cosas claras. Que el #MeToo pierde apoyos a chorro y que la caída del caballo, consecuencia del desprecio a la presunción de inocencia no anula su capacidad para destruir vidas. Repasen las denuncias. No encontrarán atisbo de violencia. ¿Acoso? No está nada claro. No veo acoso en el hecho de que alguien trate de acostarse con alguien. Pero juzgan los tribunales, si procede. No tuiteros ni periodistas.

Según la mezzosoprano Patricia Wulf, la única que ha dado la cara, «cada vez que me bajaba del escenario, me estaba esperando. Se acercaba tanto como podía, ponía su cara frente a la mía, bajaba la voz y me decía Patricia, ¿te tienes que ir a casa esta noche?». Lo mejor llega cuando asegura que si bien no llegó a rozarla parecía evidente lo que buscaba. Asombroso. «Afectó a mi forma de tratar a los hombres durante el resto de mi carrera y de mi vida». Por cierto: Wulf se anuncia en Linkedln con una frase en la que explica que ha tenido «la fortuna de cantar como solista junto alguno de los artistas más famosos del momento, como Plácido Domingo y Mirella Freni». Otra de las denunciantes asegura que se acostó con él porque se «quedó sin excusas». «¿Cómo le dices no a Dios?», pregunta cándida. Sin comprender que existe la posibilidad, por remota que se le antoje, de decir no es no, Calvo.

Al final de todo el rollo, de la escombrera sentimental y la metástasis profesional, de las mujeres que en su afán por no desairar al jefe pareciera que esperaban que entendiera algunas de sus negativas mediante la intuición telepática, queda una reputación por los suelos, un coro de aliados buitres y, eso sí, la hipótesis, avanzada por muchas de las supuestas víctimas, de que el acosador habría descarrilado sus carreras como represalia o castigo por rechazarlo. Como ha escrito el gran Juan Abreu, semejante escenario «haría del señor Domingo un personaje moralmente despreciable. Pero no un criminal que merece el ostracismo profesional». En realidad, y a la vista de los comentarios de los lectores en el «New York Times» y otros, atisbamos un cansancio que comienza a manifestarse y una cierta rebelión contra el estalinismo soft, memo, que tienen de defensores de los derechos humanos lo que el verdugo de filántropo.