Opinión

El presidente bombero

Una de las mayores catástrofes ecológicas del verano sitúa a Gran Canaria en el mapa de los lugares asolados por eso que llaman cambio climático aunque en realidad es producto de la desidia y la falta de medios de una isla desafortunada. El que fuera Gobierno bonito tiene en la ecología su religión de cabecera y a los pies de la cama los pies que salen del ataúd de la memoria histórica. Si Greta Thunberg fuera mayor de edad, sería una buena candidata a la cartera del amor al planeta. La niña negocio lleva en la mochila el pecado de la manipulación en lugar de los libros del cole. La mayor farsa es un buen ataque de miedo a que nos coja una vaca lanzando metano a cada ventosidad. El diésel, en realidad, es una vaca mirando al tren que nos lleva a otra recesión, la lágrima que cayó en la arena. Pólvora mojada. Un demonio sin infierno.

El presidente del Gobierno lanza mensajes por twitter al Open Arms para lavar su conciencia de falso samaritano pero hasta hoy no visitará el paisaje desolado por las llamas. El drama está en España, si bien a pocos parece importarle cuando no ejecuta la derecha, que es cuando el país se llena de niños famélicos, contaminación asesina de personas inocentes y políticos malvados que cobran a los pensionistas el paracetamol. Sánchez se plantará como un pino en la tierra quemada para darle la bendición como Papa de la secta ecohipócrita, al estilo de Meghan Markle y el príncipe Harry que arreglan los desaguisados de la industrialización que nos da de comer con continuos viajes en aviones privados y estilismos que derrochan química.

Las consecuencias de las llamas canarias no se quedan en la postal humeante de la desolación, tan bella en el retrato de los fotógrafos. La isla padecerá la falta de agua que ya no recogerán los árboles devastados, el dolor de las especies autóctonas quién sabe si perdidas para siempre, los animales calcinados y las cenizas que llegan hasta la orilla de las pateras.

La sensibilidad verde oscura del presidente es ya casi negra. Hoy intentará aclararnos las ideas. Las playas aún están llenas. Doñana ha sido tocada este año por el viento de poniente. En Sanlúcar las noches se bebían con fresco y pasada la frontera hasta Huelva una brisa encadilada dormía a las almas con el murmullo helado del Atlántico. En Moncloa la temperatura es diferente. El termómetro se prepara para las elecciones así que qué más da un incendio de más o de menos si todos acabaremos ardiendo en una pira de mentiras. Al cabo, ecología y solidaridad son palabras escudo que los políticos guerreros utilizan para salvar su talón de Aquiles.