Opinión
Dejen en paz a Polanski
Hoy llega el autor de «Repulsión» o «La semilla del diablo» al festival de Venecia donde la horda censora le aguarda para recordarle que además de un director de cine capaz de rodar «El pianista» es un guarro que no merece compasión por una denuncia de violación de hace más de cuarenta años. Toda culpa ha de ser redimida. Pero es hora de apartar la obra del hombre. De otro modo no leeríamos a Céline.
Llegados a este punto todo ser al que le cuelgue algo entre las piernas merece ser castrado. Este argumento, aún despiadado, sería coherente si además mantuvieran con otros criminales la misma actitud. Sin embargo, la voz globalizadora determina que se puede homenajear a un etarra o que el fin de la cárcel es la reinserción de los asesinos o los violadores porque un día desviaron su camino o tuvieron una infancia difícil. Sobre la ciencia del comportamiento, no dejen de ver la segunda temporada de «Mindhunter» en Netflix. En septiembre, comienza el juicio del caso del niño Gabriel.
Cuando el pueblo quiso linchar a Ana Julia hubo quien dijo que la jauría humana se había desbocado, cierto es aunque comprensible, e incluso que la ira era mayor porque la verdugo era negra. Sin comentarios. Lucrecia Martel, directora de cine y presidenta del jurado de Venecia, no estará hoy en la proyección de gala. Le da náuseas encontrarse con Polanski.
La mujer que ha de juzgar la calidad de las películas ya ha hecho público su veredicto. Que dimita o dé un portazo al certamen si es tan hondo lo que cree. El primer escándalo de la Mostra fue el orgasmo de Hedy Lamar en «Éxtasis», tanto que su marido, rico empresario, quiso comprar todas las copias para destruirlas. Era el año 1934. El mundo retrocede 85 años después.
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