Opinión

Almas veganas

Nada me aterra más que las almas que se encuentran en disposición de mostrarles el camino a otras. Por ejemplo, las «almas veganas». Se las presento, por si aún no han visto ninguno de sus disparatados vídeos. Estas mujeres no solo rechazan cualquier producto que venga del animal, sino que, además, tienen un santuario desde el cual enseñan al mundo lo que, según ellas, les ocurre a las gallinas. ¿Qué les pasa? Pues que estas aves, encarceladas en campos de concentración, son forzadas a poner huevos por los granjeros y violadas por los malvados gallos. Evidentemente, las gallinas no hablan y no se lo han dicho, pero las «almas veganas» las interpretan, se erigen en «portavozas» suyas e, incluso, les devuelven sus huevos no fecundados, que las propias gallinas se comen (perdónalas, Padre, porque no saben que se están devorando a ellas mismas) con avidez. La estupefacción es inevitable. Y no solo porque pongan a las gallinas al mismo nivel de las personas, sino porque llegan a decir que comer carne es fascista. Como lo leen. No se habrán dado cuenta de que, con esta afirmación, convierten a los leones, tigres y demás carnívoros en seres con personalidad e ideología. O, igual, con la osadía que les caracteriza, hasta serían capaces de plantarse en medio de la selva y darle una charla, que sé yo, a las hienas, afeándoles su conducta: «Comer carne es fascista y especista. No hay que hacer diferenciación entre las especies. Todos los animales tienen derecho a vivir». Y sí, las hienas se reirían a carcajadas y, luego, les hincarían el diente.