Opinión

La imposible virtud aristotélica

Decía Aristóteles que la virtud se encuentra en el término medio y, partiendo de esa base, hace años que llegué a la conclusión de que los españoles son incapaces de alcanzarla. En el curso de mi vida, he contemplado cómo en un partido político se casaba deprisa y corriendo y heterosexualmente a todos los homosexuales para, al cabo de unos años, colocar a homosexuales manifiestos en la cúpula del mismo partido como si fuera un plus su preferencia sexual. He pasado de escuchar que España era la reserva espiritual de Occidente y que podía jactarse de los misioneros que mandaba por el orbe a contemplar cómo acoge los días del orgullo day más chabacanos del mundo mundial y las parroquias se cierran por falta de sacerdotes. Me ha tocado contemplar cómo el consenso era la virtud máxima a pasar a un «yo no pacto ni con mi padre» como forma excelsa de comportamiento político. He visto a las madres transformarse hasta el punto de transitar el camino que va de salir a partirle la cara a cualquiera que cuestionara que su hija no era virgen a salir, pero en televisión para asegurar que, efectivamente, su hija se había acostado con quien decía. Me harté de ver el entusiasmo fanático con que recibían a Franco en Cataluña, para oír ahora que los españoles tienen el ADN dañado y que hay que independizarse ya. Y, por supuesto, he escuchado hasta la saciedad cómo la reconciliación nacional era la muestra suma de madurez del pueblo español para después dolerme los oídos de la propaganda que afirmó que la Transición se realizó en falso y que lo más justo y digno es que los españoles vuelvan a enfrentarse como se enfrentaron hace más de ocho décadas. No seré yo quien niegue que España puede dar frutos extraordinarios. Del Quijote a Los gozos y las sombras, de las Meninas a la Alhambra, del Lazarillo al monasterio de Silos, no se pueden negar. Incluso acepto de todo corazón las referencias al paisaje y a la gastronomía. Sin embargo, a pesar de todo, me sobrecoge la tendencia al golpe de péndulo que surca la Historia de España. Parece que no hay manera de sentirse a gusto sin contar con alguna inquisición que acogote a los demás. Olvidando, por supuesto, que el que ayer fue bolchevique ahora puede decirse liberal y viceversa.