Opinión

Prejuicio y realidades USA (y VI)

Cualquiera que se moleste en estudiar la Historia de Estados Unidos o viajar por su territorio no tarda en descubrir que muchas afirmaciones sobre esa nación que se repiten una y otra vez son fruto, como mínimo, de la ignorancia. Sin embargo, creo que existen razones más profundas para esa persistencia de los prejuicios. La principal es que Estados Unidos constituye un rotundo mentís a las tesis políticas, sociales e incluso espirituales que han marcado la Historia del mundo hispano. Estados Unidos es una nación surgida de, por y para la libertad y, para colmo, ha tenido un éxito clamoroso en el empeño.

Frente a estados no pocas veces fallidos y siempre insertos en una trágica andadura, Estados Unidos es la clara demostración de que ni el socialismo ni el clericalismo ni las dictaduras de cualquier tipo son el camino hacia el éxito sino la vía segura hacia el fracaso. El devenir histórico de Estados Unidos es la prueba irrefutable de que esa cultura asentada en los puritanos que fueron a América en busca no de oro y de gloria sino de libertad religiosa sigue siendo un auténtico faro para el género humano. Frente a desafíos extraordinarios, incluido el desmembramiento nacional, Estados Unidos ha sabido siempre reaccionar con éxito y, precisamente por ello, pudo derrotar el nazismo y el comunismo. Mal encajan esas realidades en naciones donde se ha pasado del asistencialismo de la sopa boba de los conventos al de papá Estado, donde jamás se asumen responsabilidades históricas lloriqueando como malos estudiantes con lo de que «me tienen manía» y donde las instituciones nunca son fuertes porque sobre el país y el paisaje siempre está el paisanaje. Hasta la fecha, Estados Unidos se ha ganado a pulso su caracterización como «luz sobre la colina» o como «última gran esperanza de la Humanidad».

En el alero está si frente al inmenso desafío que significan la inmigración ilegal masiva, la ideología de género y la instrumentalización de minorías con fines políticos bastardos sabrá responder como antaño a otros peligros. Si no lo consigue, se extinguirá un experimento sin precedentes ni punto de comparación en la Historia universal. Sin embargo, estoy seguro de que si Estados Unidos perece en ese intento, una generación antes, como mínimo, Europa habrá desaparecido frente a oleadas de invasores a los que no contuvo sino que incluso subvencionó.