Opinión

Destrozo y oportunidad

Asistimos al destrozo político de cuatro años seguidos de campaña electoral permanente, interrumpidos por breves períodos de gobiernos inestables. Pero incluso en esos períodos, la campaña ha continuado en segundo plano. Muchas instituciones han salido afortunadamente ilesas de la batalla, lo que demostraría la fortaleza de la democracia, de las instituciones y de las administraciones públicas. La conclusión es que a pesar de la política, España es capaz de trabajar, crecer y seguir adelante, como lleva haciendo Italia desde hace cincuenta años.

Por eso es incomprensible que en los últimos días y ante la manifiesta incapacidad para el acuerdo, el señor Iglesias pretendiera adjudicar a la Jefatura del Estado un papel que ni le corresponde constitucionalmente ni es políticamente oportuno. Los líderes de algunos partidos no contentos con su irresponsabilidad pretenden hacer partícipes a otras instituciones de las tareas que la ciudadanía les ha encomendado. Es como si quisieran estropear aquello que funciona, contagiando a otras instituciones de su incapacidad para el diálogo, la negociación y la cesión.

En las horas posteriores al anuncio de las nuevas elecciones del 10 de noviembre, el país y la ciudadanía han entrado en shock. Pero más vale reponerse lo antes posible del impacto y reaccionar, porque llorar por la leche derramada puede ser una reacción lógica, pero no conduce a ningún sitio. Algunas peticiones que humildemente podrían hacerse a quienes tienen la responsabilidad de afrontar la nueva campaña electoral tienen un carácter práctico y son muy concretas.

No convertir la campaña en una pelea infantil por el relato de lo ocurrido desde el 28 de abril. Frente al lugar común de que en política todo es una lucha por el relato, tengo la impresión de que lo último que desea la ciudadanía es asistir una vez más, llevamos meses viéndolo, a una nueva batalla para ver quién es más o menos responsable de lo ocurrido. Ojalá podamos ver una confrontación de ideas, de propuestas, de programas y de qué proyecto tiene cada partido y cada candidato para el futuro de España.

Tener debates electorales con normalidad. En los medios públicos y en los privados, entre los principales candidatos, y entre los el resto de miembros de las listas electorales. Sin necesidad de regulación o sin cambios normativos, sería razonable que la ciudadanía pudiera comprobar, mediante una democrática confrontación, los proyectos de cada partido.

Y por último, el compromiso claro y explícito de cada candidato de que el 11 de noviembre los escaños obtenidos por su formación no van a bloquear la constitución de un gobierno. Ese compromiso, a tenor de como están las cosas, será posible sólo si hay generosidad y responsabilidad. Dependiendo de los resultados, la situación puede conducir a un gobierno de coalición o a un gobierno en solitario, con la abstención de otros grupos parlamentarios. Si ese fuera el escenario, ningún partido debería tener duda de que abstenerse en ese trance sería una obligación patriótica. Porque insoportable sería ir a terceras elecciones, y también debería serlo llegar a final de año sin que España tuviera un gobierno para empezar a tomar decisiones.