Opinión

El cuento de cenicienta

Una vez que la carroza de la legislatura se ha convertido en calabaza, partidos, líderes y estrategas se han vuelto a meter de hoz y coz – con más coz que hoz, dicho sea de paso y teniendo en cuenta el tono– en ese lazo tibetano infinito en el que se ha convertido nuestra política. Nada nuevo que nos sorprenda exceptuando la irrupción inminente de Íñigo Errejón, de nuevo, que es lo único que le va a dar un poco de vidilla a una campaña en la que cada cual intentará enmendar errores, ajustar posturas, extender las redes todo lo que pueda hacia los caladeros ajenos y poco más. Será, eso sí, interesante ver si Albert Rivera modula su no rotundo a Pedro Sáchez de hace unos meses hacia el «a lo mejor», manteniendo ( o no) las condiciones de su último ofrecimiento in extremis; si Pablo Casado consigue aguantar el papel más institucional que mitinero que ha sostenido durante el verano de sequía; si Pablo Iglesias logra recolocarse la coleta, francamente despeinada desde que decidió inmolarse en beneficio de un gobierno de coalición; si Santiago Abascal volverá a hacer campaña a lomos de un brioso corcel y si Sánchez, del que me cuentan que se lo está trabajando a fondo para convertirse en líder de la socialdemocracia europea, va a insistir en el argumento de que le han robado el reloj cuando intentaba regresar a la Moncloa por la puerta principal y no por la se servicio. Probablemente la respuesta a estas dudas tan obvias como reales es que sí a todas, así que de momento solo nos queda la incógnita Errejón para animar un cotarro electoral que se anticipa bastante cansino. Todo sea que con una variable más en juego, el fragilísimo cristal de ese zapato de Cenicienta que vuelve a salir de gira en busca de dueño para la próxima legislatura, encuentre acomodo en otros pies.