Opinión
39 días en el alambre
A más de uno le van a resultar una eternidad los 39 días que restan hasta el viernes 8 de noviembre, fecha en la que se pondrá el punto final a una oficialmente corta campaña electoral, pero traca última de una interminable precampaña. Será larga de entrada para la sufrida ciudadanía hastiada, decepcionada e incluso con la sensación de haber sido engañada por una clase política, que no ha sabido o no ha querido estar a la altura del mandato emitido por las urnas el 28 de abril. Pero para los candidatos de los principales partidos será una carrera plagada de incertidumbres, con el conflicto derivado del desafío secesionista como principal elemento añadido. Cataluña tiene desde el punto de vista electoral muchos más inconvenientes que posibles ventajas, especialmente para el partido del gobierno y por mucho que la bien tirada estrategia de Pedro Sánchez esté dirigida, con proyección sobre el «10-N», hacia la constatación de que no habrá margen alguno con la ley en una mano y el artículo 155 en la otra para quienes pretendan romper España.
Sánchez y sus «gurús» demoscópicos saben que en Cataluña pueden darse elementos incontrolados que arrasarían llevándose por delante cualquier expectativa. No habría más que preguntar al expresidente Rajoy o a la exvicepresidenta Sáenz de Santamaría, perpetrada toda una chapuza institucional con reflejo en la calle aquel 1 de Octubre que ayer vivía segundo aniversario.
Con el marco catalán por lo tanto arranca una carrera hacia noviembre con triple meta en la Moncloa, en la supervivencia a largo plazo y en el abismo, en la que nadie podrá ya aplicar la escala de valores electorales previa a los comicios de abril. Lo socialistas ya no pueden movilizar a la parroquia de izquierdas frente al «tsunami» de la derecha, pero sí recoger ese flujo de votantes que volverán al colegio, electoral, sencillamente porque quieren ser gobernados y porque ven a día de hoy en el PSOE –aún tapándose la nariz– al partido hegemónico que puede colmar esa expectativa. Sánchez juega la baza institucional. El PP de Casado también ha cambiado el «chip», su flanco derecho está bien acotado y Vox solo puede o bajar, o mantenerse a costa de algunos restos del cainismo en la izquierda radical; Ciudadanos es la gran víctima propiciatoria de las dentelladas que difícilmente podrá esquivar por sus dos costados, ergo, toca por parte del líder popular una campaña al «tran tran», sin cometer errores, con la saca bien abierta por si caen nueces y con la condición apuntalada de referente al frente de la oposición hasta que llegue el momento, puede que no tan lejano de aspirar al regreso de la alternancia. Ni siquiera una «abstención responsable» para investir a Sánchez presidente tendría que resultarle gravosa a Casado. Más de uno firmaría hoy mismo correr el calendario y plantarse mañana mismo en la jornada de reflexión.
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