Opinión

Calentólogos

Hace muchos años que llegué a la conclusión de que las tesis de los calentólogos eran meras pamemas instrumentalizadas para apoderarse del dinero de los presupuestos y controlar todavía más la vida de los expoliados ciudadanos. Quizá es que uno conoce y recuerda la Historia. Quien escribe estas líneas era un niño cuando en 1971 se fundó en Vancouver una organización llamada Greenpeace, pero no tardó en sentirse seducido por gente que intentaba salvar ballenas y focas.

Del grupo fundador destacaban Robert «Bob» Hunter, un periodista muy activo que se convirtió en su rostro visible y presidente; Paul Watson, un defensor de la fauna acuática y Patrick Moore, el único que por su formación era ecólogo. En un momento dado, allá por los 80, Greenpeace llegó incluso a difundir un documental titulado «El apocalipsis según Greenpeace» donde se proclamaba el futuro catastrófico que le esperaba al planeta para fines del siglo XX y se defendía la acción de políticos como el norteamericano Al Gore. Ni una sola de aquellas predicciones se cumplieron.

A esas alturas, en 1977, Paul Watson fue expulsado. Unos meses después, Hunter, abrumado, optó por ceder la presidencia de Greenpeace a Patrick Moore. Al fin y a la postre, Moore decidió abandonar la organización. No creía en absoluto en las tesis del cambio climático –bien significativo– y estaba convencido de que Greenpeace se había convertido en una organización guiada fundamentalmente por una agenda política rentable. A esas alturas, Watson ya había creado su propia organización dedicada sólo a proteger especies marinas, la Sea Shepherd Conservation Society, una ONG cuyo logo lleva una calavera pirata y que combate la captura de animales marinos incluso recurriendo a medios violentos. En 2005, Bob Hunter falleció tras haber regresado al periodismo y a la divulgación ecológica a la que se dedicaba en sus inicios.

La Historia, sin embargo, da igual. Los calentólogos procurarán que no sepamos que los fundadores de Greenpeace acabaron partiendo peras y que el más destacado de ellos no pierde ocasión de afirmar que las tesis calentológicas son un engañabobos destinado a crear chiringuitos –ONGs, seminarios, universidades, sindicatos, partidos...– pagados mayoritariamente con dinero público. Incluso se ocuparán de perseguir con verdadera saña al que se enfrente a este dogma de la religión globalista igual que sucede con otros como la ideología de género o la inmigración descontrolada. Menos mal que algunos saben Historia.