Opinión

El nuevo antisemitismo: violencia, campañas digitales y ataques a Israel

Una nueva oleada de ataques a judíos recorre a las sociedades europeas, en un nuevo fenómeno que olvida la tragedia del Holocausto

“Estoy realmente asustada sobre la seguridad de mi hijo, que va a una escuela judía. Cada día me pregunto a mí misma si debería enviarlo a otro colegio” (Mujer de 30-34 años, Bélgica); “no me siento segura cuando voy a actos de judíos debido a los controles de seguridad” (Mujer 70-79 años, Dinamarca); “he oído de diferentes incidentes y tengo preocupación por mí y mi familia. Cuando estamos en la sinagoga u otras celebraciones relacionadas con judíos estamos preocupados por lo que pueda pasar. Sin embargo, mi experiencia personal al llevar la kippa ha sido muy buena. Al mismo tiempo, todavía no me siento cómodo en zonas donde no hay mayoría de población judía” (Hombre de 50 a 59 años, Reino Unido), “Afortunadamente, nunca he sido víctima de expresiones antisemitas, pero esto se debe a que soy cuidadosa sobre a quién digo que soy judía. Creo que los judíos tenemos un perfil bajo aquí, nos censuramos a nosotros mismos por nuestra propia seguridad. Creo que el nombre de incidentes antisemitas aumentarían si no lo hiciésemos (Mujer, 45- 49 años, Holanda).

Estos son algunos de los testimonios anónimos recogidos por el estudio realizado en 2018 por la Agencia Europea de Derechos Fundamentales sobre las experiencias y la percepción del antisemitismo en 12 países europeos que representan el 96% de  la población judía en la UE (Austria, Bélgica, Alemania, Dinamarca, España, Francia, Hungría, Italia, Letonia, Holanda, Polonia, Suecia y Reino Unido). Las concusiones son contundentes. El 85% de los encuestados considera el antisemitismo y el racismo como el problema más preocupante que se vive en sus países y el 89% contestó que el antisemitismo había aumentado en los últimos cinco años en sus lugares de residencia. Cuando se realizan estas encuestas a toda la población y no únicamente a la judía, la mitad de los europeos considera que el antisemitismo es un problema en su país (según el Eurobarómetro publicado en marzo de 2019) y sólo un tercio considera que el antisemitismo ha aumentado en su país en los últimos cinco años. El 19% tiene amigos o conocidos judíos.

Pero, más allá de las percepciones, ¿cuáles son los detonantes de este incremento? Según contesta European Jewish Congress (EJC) a la RAZÓN, hay varias causas que explican este nuevo fenómeno: “Un elemento es que la generación que sobrevivió al Holocausto inmunizó en cierto sentido a las dos generaciones siguientes en Europa, pero estos últimos supervivientes nos están tristemente abandonando. El otro elemento crucial es la proliferación de todo tipo de mensajes de odio propagados por internet y las redes sociales, lo que otorga una plataforma a teorías de odio, intolerancia y conspiraciones salvajes, algo que no sucedía hace diez años. El tercer factor  es  el aumento del antisionismo en Europa por el que los judíos como individuos y las comunidades judías son responsabilizadas de manera colectiva por las acciones, reales o percibidas, del Estado de Israel”.

El EJC es una organización, con sede en Bruselas, que representa a las comunidades judías de 40 países, lo que engloba aproximadamente a dos millones de judíos en el continente. Esta entidad asegura que ahora el fenómeno del antisemitismo es más complejo que en el pasado ya que tiene varias caras. Por una parte, existe el antisemitismo clásico de la extrema derecha, al que se ha sumado el de la extrema izquierda crítica con el Estado de Israel y el proveniente de algunos países islámicos, con la entrada de ciertas comunidades de inmigrantes en suelo europeo. Tres corrientes diferentes que, en algunas ocasiones, se retroalimentan.

Si observamos los acontecimientos de los últimos años, las autorías son diversas. En el año 2012, el horror sacudió a Francia con el atentado a una escuela hebrea en Toulouse en el que murieron cuatro personas (tres de ellos niños), perpetrado por un yihadista. El terrorismo islámico también fue el responsable del ataque al museo judío de Bruselas en 2014 que acabó con la vida de otras cuatro personas. En Alemania, según las estadísticas. en 2018 se produjeron casi 1.800 delitos antisemitas, de ellos el 90% fue cometido por la extrema derecha, que en los últimos años ha ganado relevancia tras la crisis de refugiados. En Francia, el antisemitismo también vive un despertar gracias al movimiento de los “chalecos amarillos”, difícil de encuadrar todavía en una rama política.

Precisamente, para entender esta nueva ola, lo más importante es acotar bien el término. En el año 2015, la Alianza Internacional de Recuerdo del Holocausto (IHRA) redactó una definición por la que  el “antisemitismo es cierta percepción de los judíos, que se puede expresar como odio hacia los judíos. Las manifestaciones retóricas y físicas contra el antisemitismo están dirigidas hacia individuos judíos y no judíos y/o sus propiedades, a las instituciones de esas comunidades o sus instalaciones religiosas”. Según IHRA, serían expresiones de antisemitismo: los llamamientos, la ayuda o la justificación de los asesinatos o los daños a judíos en nombre de una ideología política, una visión extrema de la religión, la negación del Holocausto, la propagación de estereotipos conspirativos relacionados como los judíos, como su presunto  afán por controlar los mecanismos de poder, comparaciones entre la política actual del Estado de Israel y los nazis, hacer a los judíos colectivamente responsables de las acciones del Estado de Israel o denegar a los judíos su derecho a la autodeterminación (por ejemplo, al asegurar que la creación del Estado de Israel es fruto de una segregación racista). Pero si bien muchos de estos ejemplos de antisemitismo pueden ser compartidos por gran número de personas e incluso se puede legislar sobre ello (en muchos países se considera un delito la negación del Holocausto), en otros casos los límites son más difusos, sobre todo cuando llegamos al último elemento de la lista sobre el Estado de Israel.

Antisonismo y antisemitismo

¿Se puede criticar a las autoridades israelíes y no ser antisemita? ¿Se puede dudar de que no sea legítima la propia construcción del Estado de Israel? ¿Es lo mismo el antisionismo que el antisemitismo? ¿Solo cierto antisionismo es antisemitismo? ¿Qué es exactamente antisionismo?

El debate ha arreciado en Reino Unido y Francia. El líder laborista Jeremy Corbyn ha sido acusado de antisemita después de reconocer que estuvo presente en un acto de homenaje a palestinos muertos por bombardeos del  Estado de Israel, en el que también se aprovechó para homenajear a los terroristas que perpetraron la masacre de los juegos olímpicos de Múnich en la que murieron 11 atletas israelíes. Aunque Corbyn aseguró no ser consciente de esto último, hasta ocho diputados laboristas han abandonado el partido en los últismo años como protesta ante “la cultura del racismo antijudío” en sus filas, en palabras de la diputada Joan Ryan.

En febrero de 2019, en un discurso ante el consejo representativo de las instituciones judías del país (CRIF), el presidente frnacés, Emmanuel Macron, defendió que “el antisionismo es una de las formas modernas de antisemitismo”. Pocos días antes de esta comparecencia, 80 tumbas habían sido profanadas en el cementerio judío de la localidad de Quazenheim. Como respuesta, el mandatario galo anunció  la disolución de tres organizaciones de extrema derecha responsables de fomentar el odio contra los judíos y se comprometió a adoptar una nueva definición de antisemitismo en la que el antisionismo estuviese incluido, pero sin modificar el Código Penal.

Pero no  todo el mundo está de acuerdo con el presidente francés. Incluso se  puede no estar de acuerdo siendo judío y viviendo en Israel. El historiador y profesor universitario israelí Sholomo Sand escribió una carta pública a Emmanuel Macron agradeciéndole su reconocimiento de la responsabilidad francesa en la deportación de judíos durante el régimen colaboracionista de Vichy, a la vez que le afeaba la vinculación entre antisionismo y antisemitismo. Para Sand, la creación del Estado de Israel no está relacionado con factores religiosos, ya que “el sionismo no es el judaísmo. Incluso constituye una revuelta radical contra él. A través de los siglos, los judíos piadosos han alimentado una profunda pasión por su tierra santa, y más particularmente por Jerusalén. Pero acatan el precepto talmúdico que les indica que no deben emigrar colectivamente allí antes de la venida del Mesías. De hecho, esa tierra santa no pertenece a los judíos, sino a Dios. Dios la dio y Dios la tomó de nuevo; y enviará al Mesías para restaurarla, cuando quiera. Cuando apareció el sionismo, quitó de en medio al Todopoderoso y lo sustituyó por un sujeto humano activo”.

Para el historiador israelí hay más razones, no ligadas a la religión, para oponerse a la creación del Estado de Israel en sus actuales términos, ya que “según el Ministerio del Interior de Israel, el 75% de los ciudadanos del país son judíos, el 21% musulmanes y cristianos árabes y el 4% figura como “otros” (sic). Sin embargo, de acuerdo con el espíritu de sus leyes, Israel no pertenece a los israelíes en su conjunto, aunque sí pertenece a todos los judíos de todo el mundo, a pesar de que no tengan la intención de ir a vivir allí. Así, por ejemplo, Israel pertenece mucho más a Bernard Henri-Lévy o a Alain Finkielkraut que a mis estudiantes palestinos e israelíes, ¡que hablan hebreo a veces mejor que yo!” Solomon concluye  esta carta definiéndose “como  un ciudadano que desea que el Estado en que vive sea una república de Israel, y no un Esado judío-comunalista. Como descendiente de judíos que sufrieron tanta discriminación, no quiero vivir en un Estado que, según su propia definición, me convierte en un ciudadano privilegiado. Señor presidente, ¿cree que eso me convierte en un antisemita?”.

Para el EJC, la crítica al Estado de Israel, como a cualquier otro Estado, no es antisemitismo. Sin embargo, esta organización puntualiza que “mientras teóricamente el antisionismo no es en sí mismo antisemita, está a menudo motivado como resultado del antisemitismo, especialmente cuando ningún otro movimiento nacional recibe tanta atención, la mayoría de ella negativa”. A la hora de delimitar conceptos en democracias donde la libertad de expresión es un derecho fundamental, la organización judía explica que “vemos muchos de los antiguos motivos antisemíticos en el caso de Israel, como los israelíes representados deleitándose en la sangre de los niños palestinos, una referencia a los libelos de sangre medievales o sobre las teorías conspirativas sobre el poder de los judíos expandiéndose en el contexto del Estado de Israel, esto es antisemitismo. Además, el antisionismo está creando un clima en el que el antisemitismo es percibido como más aceptable, por ejemplo, cuando los estudiantes judíos en la diáspora son acosados y convertidos en víctimas con el pretexto de combatir el sionismo. En consecuencia, la libertad de expresar opiniones políticas comienza cuando comienza el discurso del odio y su incitación”.