Opinión

Secuestrar el Parlament

En el año y medio largo que Roger Torrent lleva presidiendo el parlamento de Cataluña, ya se ha cuidado de hacer auténtico equilibrismo caminando sobre el filo que marca la frontera entre la ilegalidad y lo cuestionable pero no ilegal. Sabía, como otros actuales dirigentes de ERC y PdCat, que la utilización del parlamento autonómico como gran escaparate del muestrario secesionista agilizando iniciativas de desconexión como la que culminó en la frustrada declaración unilateral de independencia no solo no salen gratis sino que acaban comprobando como se las gasta ese Estado de Derecho al que se había venido provocando con un paso y dedo en el ojo al frente y dos pasos atrás.
Ahora, conocida la sentencia del «procés», discutible y valorable pero condenatoria por encima de todo, tanto las instituciones catalanas conducidas por independentistas como las dos grandes formaciones que representan ese mundo entran en una nueva fase en la que tratará de darse sentido a la famosa amenaza «lo volveremos a hacer» manteniendo en tensión a la parroquia secesionista desde las bases, pero al mismo tiempo sin dar pie a actuaciones que puedan dar con los huesos de los nuevos actores en la madrileña plaza de las salesas como paso previo a Estremera y por sencillo que resulte un posterior traslado a prisiones catalanas. Toda una desagradable odisea. Y es aquí donde el papel del parlament vuelve a ser primordial como caja de resonancia e instrumento para arrogarse legitimidades al margen de la ley por la simple razón de acoger a representantes elegidos en las urnas. Ya está siendo de hecho el primer teatro de operaciones en la batalla que mantienen las formaciones lideradas por el condenado Junqueras y el fugado Puigdemont.
El presidente de la cámara, Roger Torrent, de Esquerra Republicana, lleva más tiempo del que desearía comprobando como la facción más radical de JxCat pretende empujarle, no a la convocatoria de un pleno monográfico ya en perspectiva, sino a la introducción en el mismo de propuestas de resolución que puedan contravenir la legalidad y claro, tal vez a Quim Torra no le importe pasarse unos años de exilio en la Suiza que bien conoce, pero a Torrent la experiencia de su antecesora no debe resultarle tan sugerente. Puede que la opción pase por justificarse con un documento inocuo y no comprometido añadiendo una foto parlamentaria de familia «bien avenida», pero tal vez eso no sea ya suficiente para un secesionismo radical consciente de que la bicicleta sea cae cuando dejas de pedalear y ante una parroquia frustrada transcurridos hoy 380 días de la falsa república que se les prometió. El parlament trasciende a la algarada callejera. Por eso es clave… y por eso querrán secuestrarlo.