Opinión

Dos sin tres

Ante el 10 de noviembre hay una cosa clara y segura: no habrá nueva repetición de elecciones. En ningún caso España irá a terceras elecciones tras dos procesos electorales consecutivos. El descrédito para el país, sus instituciones y, especialmente, para los partidos y sus líderes sería tan inmenso e insoportable que ninguno de ellos asumiría la responsabilidad de una tercera cita electoral.

Las encuestas señalan que en esta ocasión, y tras un intenso año electoral, la participación descenderá, y será significativo el número de votantes que renuncien a ir a las urnas, en unos casos desilusionados porque la formula del gobierno de izquierdas no prosperase antes del verano, y en otros casos indignados con los partidos por su demostrada incapacidad de llegar a acuerdos que saquen al país del bloqueo. Unas terceras elecciones supondrían la descalificación total de toda una generación política que, a pesar de su juventud y del poco tiempo que llevan en primera línea de acción, demostraría que no es capaz de anteponer los intereses del país a los de sus partidos.

Los mismos estudios demoscópicos señalan que el PSOE será la fuerza más votada y la que más escaños coseche. Parece por lo tanto que la solución a la gobernabilidad de se articulará en torno a Pedro Sánchez y su grupo parlamentario. Salvo que las tendencias se inviertan y aceleren en campaña, y no hay motivos para ello ni hitos electorales que puedan propiciar esa inversión, las opciones de gobierno se pueden anticipar desde este momento. La primera sería una investidura de Sánchez apoyado por el voto de la izquierda, nacionalistas y quizás independentistas, sin que estas fuerzas entrasen en el gobierno. La segunda opción comportaría la entrada en un gobierno presidido por Sánchez, de otras formaciones de izquierdas y, especialmente, de Podemos. La tercera opción pasaría por un gobierno en solitario del PSOE con la abstención del PP y, quizás, de Ciudadanos. La probabilidad de cada una de estas opciones dependerá del reparto final de escaños y de las distancias entre unas fuerzas y otras.

Otra cuestión bien distinta será la estabilidad de un gobierno que sólo cuente con mayoría para sacar la investidura adelante. Si el gobierno no tuviese garantizado el apoyo a unos nuevos presupuestos, los de Montoro se van a convertir en los más largos de la historia, la legislatura comenzaría con mal pie. Pero a estas alturas, y después de tantos años de postergar decisiones y reformas, sería importante tener un Gobierno soportado por una mayoría estable y suficiente, para afrontar las grandes cuestiones y reformas pendientes, y recuperar así el tiempo perdido.

De la solución que finalmente se adopte, y de la dificultad para alcanzarla, dependerá el tiempo que se tarde en formar gobierno. Lo ideal sería terminar el año con un gobierno capaz de tomar decisiones y recuperar impulso. La ciudadanía volverá a cumplir puntualmente, y es impensable que los partidos no asuman su obligación y se pongan de acuerdo lo antes posible. Porque lo que está claro es que en esta ocasión es imposible aplicar aquello de que no hay dos sin tres.