Opinión
Antojos judiciales
Estamos en campaña, tiempo en el que suelo hojear los programas electorales, actividad tediosa pero que juzgo necesaria; como no leo todo, voy a lo que más me interesa y hago parada obligatoria en la Justicia. En esta convocatoria los programas de la izquierda son fieles a su ADN: anclados en la desconfianza, ven la independencia judicial como un valor burgués contrario a una Justicia políticamente militante e ideológicamente comprometida. Y en el lado conservador, fiel también a su ADN, reina su tradicional indiferencia; ahora bien, su reciente historia jalonada de casos de corrupción le lleva a compartir con la izquierda un producto que ve altamente rentable: una política judicial basada en la prevalencia del poder político.
Dentro del ADN de la izquierda está su obsesión por la selección del juez, lo que ya ha causado no pocos desastres: ahí está la política de jubilaciones masivas de finales del pasado siglo, que dejó un hueco que llenó a base de reclutas no menos masivas; además creó la figura de los magistrados propuestos por los parlamentos autonómicos, reinstauró los fracasados tercer y cuarto turno y siempre ha concebido la selección del juez con repudio de toda idea de esfuerzo, formación y calidad. Ahora, fiel a sus dogmas, sostiene que las oposiciones propician que lleguen a juez los hijos de familias pudientes, por lo que aboga por un sistema digitalizado para que el proletariado militante acceda a la Judicatura, por supuesto sin especial esfuerzo: bastaría constatar su compromiso político. Y si esa izquierda es independentista, tal compromiso se identificaría con las aspiraciones de tal o cual región reconvertida en nación. O nacionalidad.
Que esto no tiene base lo dicen los estudios periódicos sobre el origen de los jueces para deducir que la Judicatura no es más que un reflejo de la sociedad. Aun así sigue el empeño en buscar no tanto un juez de origen suburbial como ideologizado sin más, una obsesión que sale a relucir venga a cuento o no, de ahí, por ejemplo, la sesuda critica del líder de Izquierda Unida a la sentencia del procés: «los jueces se equivocan… porque son retrógados, ya que para ser juez hay que estudiar mucho y para estudiar mucho tienes que ser de familia rica»; una afirmación de calado equiparable a la de la alcaldesa de Barcelona que critica la sentencia de la «manada de Manresa» porque refleja una Justicia patriarcal (sic).
Pero ya no es monopolio izquierdista identificar la idoneidad del juez con el uso alternativo del Derecho y que arrime la sentencia a su ascua ideológica: la derecha le copia el deseo sólo que vacío de carga ideológica. Vuelvo a la sentencia del procés y así el secretario general de Vox –¡que es abogado!– califica a los magistrados del Supremo de prevaricadores (sic): si la izquierda no quiere jueces sino guerrilleros togados a lo Che, él, como persona de orden, confunde a los jueces con los Boinas Verdes. En fin, cómo estaremos que el director del «ABC» piensa lo mismo pero de otros magistrados firmantes de una reciente sentencia de su desagrado; vean lo sutil de su pensamiento: «muchos de ellos están pensando en sus peripecias (sic) personales… algunos de ellos si sabes las motivaciones últimas por las que decidieron por unanimidad en la sentencia… te echas a temblar, pensar que tu país, que los ciudadanos, está en manos de señores como estos». Puro psicoanálisis. Vaya en su descargo que para ganarse el pan lo dijo en el programa de un radiopredicador desquiciado.
Este es el nivel. Ante la descalificación la inmensa mayoría de los jueces es indiferente, no por insensibilidad o autismo sino por profesionalidad, la misma que les lleva a no ser guerrilleros. Esto es muy complicado en un país bipolar que parece no que acaba de metabolizar las exigencias del Estado de Derecho o la sumisión del juez a la ley, un país que desconfía del jurado popular y prefiere al juez profesional pero le insulta si no resuelve según sus antojos. En fin, desde la esperanza de que algún día haya lucidez entre políticos y opinadores, me conformo con que los ciudadanos capten que estamos para cumplir y hacer cumplir las leyes, nos gusten o no. Ese es nuestro compromiso.
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