Opinión

"Gentes de armas" y plebiscitos

En pleno desbarajuste institucional en el que lo primero que ha desaparecido es la lealtad y en la que la intransigencia se presenta como virtud, pienso con preocupación en nuestras «gentes de armas», hombres y mujeres en servicio activo, depositarios de la fuerza con la que el Estado ejerce legítimamente su poder coercitivo. Son los miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado incluidas Policías autonómicas y locales. Nuestra Constitución, como en todas las normas de los países de nuestro entorno, las neutraliza políticamente como instituciones, lo que no obsta para que sus miembros sean libres de pensar y votar. Son ciudadanos que asumen voluntariamente más deberes que derechos, «los capaces de dar cosas que nadie obliga y abstenerse de cosas que nadie prohíbe», como definió a los hombres de honor el jesuita argentino Leonardo Castellani (1899-1981).

Intento ponerme en la piel de estos servidores públicos que, aparte los riesgos personales que asumen, sufren las consecuencias de esta latente inseguridad política, que entraña otra jurídica y consecuentemente una económica, con costes sociales incalculables. Porque ellos además, viven los problemas diarios de salarios, vivienda, familia, lugares de destino, educación de sus hijos, ausencias prolongadas del hogar. Son los que han comprobado en recientes elecciones, que la abstención es tristemente la gran vencedora con un 30,13% del censo, sin contar votos nulos. Es decir, que la legitimación de los representantes políticos que dirigirán a estas «gentes de armas» lleva intrínseco un tercio de duda. Con todo, el respeto al poder constituido y la disciplina consecuente, serán normas básicas respecto a su comportamiento institucional. Ello no obsta para que a nivel personal comparen con preocupación costes de reiteradas campañas electorales, con el de elementos disuasorios o destinados a su propia seguridad personal; cuando conviven con diferencias salariales con otras fuerzas policiales, sin olvidar las diferencias que afectan a los miembros de las Fuerzas Armadas; o como la canibalización se ha generalizado en parques y talleres de mantenimiento, faltos de reposiciones o nuevos materiales. Son los que a nivel internacional y a costa de un gran esfuerzo, refuerzan el papel de España en la Comunidad Internacional (Mali, Iraq, El Líbano) y ven como proliferan otro tipo de representaciones exteriores que solo pretenden laminar nuestro propio Estado de Derecho, socavando en una Europa en construcción, la fuerza de su propia unión.

Buscando donde apoyarme ante esta grave ruptura, refiero un ejemplo bien conocido y valorado: la Unidad Militar de Emergencias (UME).

¿Qué aporta la UME que no pudieron aportar los servicios de Protección Civil de las Comunidades Autónomas en la tragedia del incendio de Guadalajara de 2007? Resumiría: espíritu de servicio; disponibilidad para una reacción rápida; eficacia debida a permanente instrucción; patriotismo como conjunción de esfuerzos nacionales. ¿Y esto, no lo pueden ejercer los entes autonómicos? Por supuesto. El valor añadido de la UME es su carácter nacional (aunque sus protocolos sean discutidos en algunas comunidades) y ser punta de lanza de superiores apoyos estatales, especialmente de las Fuerzas Armadas.

¿Por qué no se puede formar un gobierno con estos mimbres?: Sencillamente porque el interés particular y de partido se prioriza sobre el bien general; porque no hay integración de los mejores esfuerzos nacionales, cuando hoy como nunca, tenemos unas élites empresariales y culturales excelentes y no se aprovechan. La ambición personal atrae especialmente a los mediocres; no sabemos distinguir y seleccionar buenos líderes capaces de arrastrar con el ejemplo como los hombres de honor de Castellani; no solo embaucar a enfervorizados seguidores.

No puedo saber, querido Soldado, Marinero, «Mosso», Guardia Civil o Policía, a quién votaste o si formaste parte del abstencionismo que ganó los comicios del pasado día 10. Pero sí imagino las trabas morales que confluían en tu mente y en la de tu familia, en el momento de depositar vuestra confianza en quienes a lo mejor mañana deben decidir sobre las actualizaciones de tu sueldo, sobre los períodos de tiempo de permanencia en misiones en el extranjero –seis meses son duros familiarmente–; decidir vuestro futuro cumplidos los 45 años o sobre quién debe defenderos ante los bien remuderados abogados, sistemáticos denunciantes de «los medios desproporcionados utilizados por las FCSE» en la renacida «kale borroka» catalana.

Es triste que en nuestro reciente transcurrir histórico y en tiempos de recuperada democracia, vivamos episodios continuados de violencia. ¿No tuvimos ya bastante dolor y muerte en el País Vasco?

Sólo quiero dejar constancia del respeto que siente parte importante de nuestra sociedad por vuestro trabajo y vuestro disciplinado silencio, cuando intuyo que no vienen buenos tiempos para vosotros. No se esperan nubes cargadas precisamente de nobleza. Asoman borrascas, con violentas «gotas frías» formadas por ambiciones y deslealtades que desbordarán a la propia UME.

¡Quisiera equivocarme!