Opinión
Más y más transiciones
La evolución de los aconteceres de la política española se acelera, ralentiza, avanza aparentemente con un gran salto, aunque la historia de esta compleja entidad que hace siglos denominamos España mantiene un complejo sustrato que no acabamos de averiguar. Acabo de leer el apasionante libro de Jordi Gracia, «Javier Pradera o el poder la izquierda. Medio siglo de cultura democrática» (Anagrama),666 páginas. Me ha resultado apasionante por múltiples razones, por la recuperación de un personaje, casi siempre figurante de segunda en una Transición que los supervivientes advertimos aún con moderada satisfacción porque, aunque no resultó pacífica, se logró de la mejor manera posible, con buenas voluntades y múltiples renuncias. Pocos millonarios de entonces, además, vieron disminuir su capital. Estábamos saliendo de una dictadura y sus inevitables herencias y la vida cotidiana se tornaba compleja. Gracia nos inunda de información, interpreta las batallas internas del Partido Comunista de entonces, clandestino y hasta ya legalizado, y de quienes se situaban a su vera. Javier Pradera, siempre algo envarado y al que traté en un período, anduvo en el filo y seno de una izquierda que se creía determinante. Ahora parece necesario forzar un paralelo con lo que estamos viviendo sin excesivos dramatismos sociales, salvo en Cataluña. Tampoco la fragmentación de la derecha cabe observarla como inédita. Algunos ciudadanos se lamentan de que no se hizo lo que se debió hacer en la primera transición ¿Cuántas llevamos ya desde el postfranquismo? Pero no cabe duda de que algunos errores, tal vez irremediables, nos han llevado a lo que estamos sufriendo. El sustrato permanece, aunque la memoria histórica se borre con enorme facilidad. Aparece una incógnita irresoluble: ¿la Historia se repite? Las situaciones materiales, las tecnologías cambian y los hombres, el momento y hasta las condiciones materiales pueden ser muy diferentes, pero lo que subyace y no se logra corregir emerge una y otra vez.
No está entre nosotros Javier Pradera y aquel mundo editorial y periodístico que vivió con tanta pasión y cierta frialdad en nada se parece al que contribuyó a diseñar y al que sirvió.
Poco sabemos, pese al libro de Gracia, que le persigue en un apasionante día a día, de aquellas primeras dudas u obsesiones que habían de producirle en su juventud el ambiente familiar –los «azules» de entonces– porque había vivido las consecuencias del fusilamiento de su abuelo y de su padre, como tantas familias de uno u otro bando, hasta integrarse como militante durante años en el Partido Comunista, bando de perdedores, aunque, en cierto modo, vencedores en la sombra y en cierta ética. Formaba parte de una de las familias institucionales del Régimen y se decidió por una rebeldía que iría moderándose y modelándose. Pero lo que el libro nos ofrece es un panorama ceñido de las contradicciones que vive la izquierda en un ambiente decisorio, situado en los aledaños de un poder algo ficticio, el de los intelectuales, tan a menudo desclasados, que trataban de reordenar un siempre confuso panorama político y del que se creyeron durante años protagonistas. Conocí y traté unos años a Pradera, culto, inteligente y atento a los negocios editoriales y a la nueva prensa. Gracia escarba su rastro en los editoriales de «El País», aún más decisivo entonces que hoy. Su olfato le permite distinguir y observar algunas situaciones que nos recuerdan alejados tiempos, aunque parecidas disyuntivas. Hacia 1976, la izquierda y el resto del panorama político: «la democracia la descubrieron casi de golpe y sin tiempo, a base de desengaños y baños de realidad social». Todavía pueden retumbar estas palabras, pese al salto atrás que relacionaríamos con aquellos años de una más de las diversas transiciones, porque parece que nos hemos encharcado en una perpetua hacia quién sabe dónde.
En 1978, en una de las tantas trifulcas de la propiedad de «El País», de cuyo origen, desde fuera deberé aludir algún día, un editorial de Pradera considera: «Eso está obligando a la derecha a mejorar sus tradicionales estrategias para embarcarse ‘‘en una remodelación profunda’’ o mejor ‘‘un lavado político’’ que logre dejarlo todo igual cambiándolo tod0». Se hizo en parte, aunque los cimientos de la derecha en este país siguen más resistentes de lo que pudieran parecer.
Surgida del hambre, España y sus variantes, resultan más conservadoras de lo que parece a ojo de pájaro. El reciente invento de una coalición de izquierda, que se dice renovadora habrá que ver, hasta dónde logra llegar. Podemos ya no trata de alcanzar el cielo, sino una vicepresidencia y algunos ministerios. Y aún habrá que ver hasta dónde llega el inédito proyecto experimental en el ámbito multipartidista. Las mentiras de los noventa no podían propagarse a través de la nueva tecnología y su expansión entonces fue más lenta, pero no menos eficaz y la prensa y los medios contribuyeron a enrarecer también el ambiente y hasta derribar gobiernos. Bien escrito y sincero, el libro de Jordi Gracia desvela mucho más que un Pradera emblemático e irónico: es también la pormenorizada descripción de algunos de los pecados de nuestra izquierda.
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