Opinión

Hipócritas

Se sigue abundando en remachar este principio: que los abusadores de los Eres no lo hicieron para su bolsillo, sino para el bien común. No otra cosa pretende José Bono con sus desvergonzadas declaraciones: «No es lo mismo cometer un error, por grave que sea, que meter la mano en el bolsillo (…) No se han llevado un euro a su casa, no están en esa pléyade de sinvergüenzas que están en otros grupos políticos». ¿Ah, no? ¿No se llevaron la hija de Chaves y su empresa diez millones de euros que ahora tienen que devolver? ¿No fueron los caciques de pueblos y ciudades los que pagaron los Eres falsos con el dinero de los trabajadores para mantener su influencia? Robar es un hecho moral execrable, pero financiar el caciquismo es consolidar con el robo las estructuras de injusticia. Condenar a la gente a no salir de ellas.
Hay que ser muy cínico para llamarse defensor de la clase proletaria y saldar la condena judicial del partido socialista con un comentario atribuyendo la culpa al sistema bipartidista, como ha hecho Pablo Iglesias. Que esto ya no volverá a pasar, dice. Que nos quedemos tranquilos, que ahora están ellos.
¿Y lo de algunos diarios, como El País? Titular en su día del caso Gürtel, a toda página: «Condenado el PP; en duda la credibilidad de Rajoy». Titular ahora: «El fallo de los ERE condena a la antigua cúpula del PSOE andaluz». Por supuesto, a cinco columnas y foto de Rajoy a cuatro, en el primer caso. A cuatro columnas, con foto a dos columnas de Griñán, en el segundo.
De Pedro Sánchez, no se sabe nada. Ni «mu». En su tuiter hace comentarios de transformación digital, economía y felicitando al Museo del Prado por el aniversario. Y lo de Ábalos no tiene ni nombre. Que «no es un caso del PSOE», sino de antiguos responsables de la Junta de Andalucía y del partido. Que no ha sido «enriquecimiento ilícito», que pasó hace una década y que ya se depuraron responsabilidades. Y que ya hay que dar «carpetazo a la ceremonia de la confusión con que las derechas tratan de normalizar su corrupción». Es verdad que no hay mejor defensa que un buen ataque.
La verdad, ser votante socialista exige mucho fanatismo de partido en estos días. Primero, por las negociaciones con el independentismo catalán; pero también por este espectáculo de indiferencia hacia el dinero de los obreros andaluces. 680 millones de euros destinados por Europa al desempleo que fueron dedicados a las empresas de los amiguetes, a jubilados que nunca trabajaron, a cocaína y prostitutas. Un mecanismo destinado a mantener el clientelismo de poblaciones enteras, convencidas de que el partido cuidaba de lo suyo.