Opinión

A Abuín

No querría tener para siempre en mi memoria la imagen de un tipo como «El Chicle», pero el asesino confeso de Diana Quer es un hombre al que, por desgracia, difícilmente conseguiremos olvidar. Y no solo por el dolor que nos provoca el asesinato de la indefensa joven, sino porque él mismo nos aterra y nos repugna a partes iguales. Al menos a mí. Es uno de esos individuos sin alma, incapaz de arrepentirse, que miente a instancias de sus abogados o de su propia intuición, pero sin poder evitar dejar al descubierto su falta de empatía con los seres humanos en general y con las mujeres en particular. La historia que hemos seguido todos con horror nos descoloca porque no somos capaces de imaginar que una persona pueda ser tan fría y malvada como para actuar de la manera que él lo hizo. Nos gustaría poder explicar su comportamiento, pensar que es un hombre enfermo y que fue su enfermedad la que le abocó a esa conducta salvaje e inclemente. Pero no. José Enrique Abuín es sencillamente un hombre malo, capaz de cometer todas las delirantes fechorías que se le adjudican, de reírse al recordarlas en las reconstrucciones, de vomitar patrañas y de creer –y de dejarlo escrito en una carta– que sus actos quedarían saldados con siete años en la cárcel, mientras sus familiares iban haciendo caja a costa de la historia, a razón de 10.000 euros por entrevista. Solo espero que, algún día, su familia, tan tocada y hundida por su culpa, consiga, como desea, esa prisión permanente revisable que le deje en la cárcel para siempre jamás. Y que una vez encerrado, España consiga olvidarlo.