Opinión
Reservistas al rescate
Por si a alguien le cabía alguna duda a propósito del secuestro que el sanchismo ha hecho del socialismo dentro del PSOE, no hay más que ver y oír –amortizados los silentes «barones domados» de la actual dirección aún en activo– a algunos de los más reputados miembros de la llamada «vieja guardia», auténticas vacas sagradas en otro tiempo y hoy andantes y parlantes zombis políticos, cuando son preguntados por las dos grandes cuestiones que en estos días conciernen de manera directa a su partido con Pedro Sánchez a la cabeza ambas igualmente controvertidas. Una, con recorrido desde el pasado como es la sentencia de los ERE y la otra mirando al futuro inmediato con no pocos interrogantes frente a la razón de ser de un ADN socialista que ya hay que buscar con carbono-14 y que no es otra más que el acuerdo de gobierno con la extrema izquierda y la búsqueda de apoyos con un independentismo con el que se plantea negociar, dos años después de perpetrado su intento de golpe.
Contemplábamos esta pasada semana al ex todo en el PSOE y en el Gobierno salvo secretario general y presidente José Bono salir de su retiro reservista para, además de hablar de su libro, brindar una condescendiente versión acerca de los condenados por el gran caso de corrupción –no el único– que ha empañado las siglas de su partido. Una corrupción que para Bono no parece afectar tan nítidamente a los Griñan o Chaves de los que está seguro no se han llevado un solo euro. Más allá, al presidente manchego y a otros «seniors» como el «rey de las luces» Abel Caballero, el escándalo de los ERE viene a diferenciarse de otros sencillamente en que aquí –y esta es la más retorcida interpretación que subyace desde las terminales socialistas– el dinero sustraído se acabo repartiendo en una gran pedrea, al más puro estilo Tempranillo… «lo vuestro era robar, lo nuestro es repartir».
Sobre la otra gran cuestión derivada del abrazo Sánchez-Iglesias, la tendencia de los reservistas del PSOE a secundar los pasos atrás de los actuales «barones» en la defensa de líneas rojas que no hace demasiado tiempo eran inamovibles, más que manifiesta resulta en algunas ocasiones casi impúdica. Salvadas las dos grandes excepciones de Felipe González y sobre todo de Alfonso Guerra, que no tuvo reparos al señalar el carácter dramático del citado abrazo, el ex presidente extremeño Rodríguez Ibarra se sumaba a ese retroceso general de exigencias en la firmeza de valores otrora inamovibles recalcando, por si ahora alguien venía a dudar, que solo se sentiría fuera del partido si hay un acuerdo de gobierno con Esquerra republicana. Caballero y Bono también se sumaban a ingerir la valeriana de Sánchez para ya sí dormir a pierna suelta y no dudaban en cargar la responsabilidad de entregarse en brazos podemitas sobre una derecha –para variar– que por cierto sigue esperando que Sánchez le coja el teléfono. Y todavía quedan quienes, desde el constitucionalismo tan amenazado como el régimen de concordia y progreso del 78 creen que algo se puede rebelar en las entrañas del PSOE. Ingenuos.
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