Opinión

El "Belén" trastero

Una de dos: o el Belén de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, te parece una obra digna de exponerse en la feria ARCO o crees, como yo, que necesita un «restiling» urgente, una revisión profunda, como diría Andoni Ortúzar. «¡Qué cosa más fea lo de este año!», gritaba nada más verlo una transeúnte. Le salió del corazón el comentario a la señora. A ella y a otros tantos ciudadanos, extrañados, divertidos o molestos frente al desván de muebles, estanterías y otros artefactos apilados este año en la plaza de Sant Jaume. ¡Una semana han tardado en montarlo! Otra vecina comentaba, divertida, que le sobra una mampara en casa y la va a llevar allí, para rematar la escena.

Eso sí, en esta exposición no faltan la Virgen, San José, el Niño… y hasta el buey, solo que cada uno ha sido colocado en su cajón, a una distancia prudente (no he descubierto aún al caganer, aunque me juego el cuello a que fue la primera figura colocada en este espacio de oportunidades, digno de cualquier IKEA). La pregunta inmediata es: ¿quién recibe dinero municipal por «eso» y cuánto se le paga a la mente pensante? De nombre Paula Bosch, escenógrafa y –supongo– amiga de la alcaldesa o de alguien de su equipo de Gobierno. Que Dios le conserve el oído, al menos el oído, a la susodicha que, diligente, continúa el legado surrealista de representaciones artísticas navideñas a las que nos tiene acostumbrados el consistorio catalán.

Ya vimos otros años, en ese mismo enclave, pesebres horteras con sillas, figuras sobre palos, ¡figuras dentro de bolas de nieve! Vimos de todo, como en la vida, excepto belleza clásica. Vimos los mimbres de la próxima parodia de José Mota, en Nochevieja. Esa sea quizá la huella y la impronta que Ada Colau quiera dejar de su gestión entre los barceloneses, curados ya de espanto, acostumbrados a vivir en el desgobierno municipal y autonómico, oscilando entre la modernidad, los antisistemas, los top manta, los turistas y la incertidumbre diaria.

De Colau recordaremos sus Belenes desconcertantes. De Abel Caballero, sus luces largas de Navidad. A esto se le llama autobombo político, no nos engañemos. Solo que a Caballero le renta, porque con su derroche atrae al turismo, y a Colau le retrata en su burla a la Navidad.