Opinión
Ay, Carmena
Si hubiéramos sabido que la política española acabaría en esto nos habríamos dado al alpinismo o la química inorgánica hace siglos. Lo más lejos posible, un campamento base a orillas del K-2, un vivac allá por el estrecho de Magallanes, de gente como Manuela Carmena. Pues no va la (supuesta) heredera de Enrique Tierno Galván y larga en una entrevista que menuda murga nos ha dado con los derechos políticos, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, los pruritos constitucionalistas de Kelsen y otras zarandajas propias de espíritus más bien fachas. Carmena, una reaccionaria de manual a la que los espíritus libres ya ven como defensora del pueblo, entrevistada por la periodista en «El Mundo» Ángeles Escrivá, sostiene que los españolitos merecen más o menos derechos en base al censo. Como no abundó en las distintas varas de medir según la pigmentación de la piel, los dioses particulares o el aparataje en la entrepierna muchos disculparán el brote Ku Klux Klan de la doña, pero no hay distancia. Lean, lean: «Me parece increíble que se pueda criticar que unas personas tengan más derechos en un sitio que en otro». La única diferencia entre semejante obscenidad y las que esputa Donald Trump a cualquiera hora es que la primera proviene de alguien a la que los sectarios tienen por ilustrada y las segundas llevan el copyright registrado de un cafre sin complejos. En cuanto a Manuela, no tiene inconveniente en preguntar por qué «pueden tener una mejor educación en el País Vasco que en Andalucía». «Pues porque probablemente», se responde, «la gestión se hace de una determinada manera». «No se puede gestionar desde el centralismo», remata sin (aparentemente) venir a cuento, en un doble jaque mate que deleitará a los nacionalistas periféricos al tiempo que descarta cualquier aroma a 1789. La abuelita también considera que perdió la alcaldía por innovadora. Por renovación o perfeccionamiento quiere decir, aunque lo calle o ignore, la alianza con los nacional populismos, el asalto a las democracias representativas y la aceptación del argumentario nacionalista, que reparte derechos en atención a la matrícula y cultiva el chovinismo del ombligo. Manuela, gran esperanza de los ingenuos, revela así su rostro más áspero, insolidario y bárbaro. Aliada, no sé si cínica, maligna o imbécil, de las mareas xenófobas, los ultraderechistas enamorados del pueblo y los enemigos de la Constitución.
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