Opinión

Natalidad: no es culpa de la economía

Los nacimientos en España descendieron durante el primer semestre de 2019 a 170.074 niños, el dato más bajo desde 1941 (fecha en la que comienzan nuestros registros oficiales). Teniendo en cuenta que, por aquel entonces, la población era casi la mitad que la actual, el número es todavía más desolador. Son muchas las personas que culpan a la economía de la caída de la natalidad: «Sin salarios dignos, sin estabilidad laboral, sin guarderías baratas, es imposible tener hijos». De ser así, necesitaríamos un giro copernicano en la política económica para que nuestros ciudadanos volvieran a reproducirse como hacían antaño; pero, sin restar importancia al hecho de que la precariedad pueda contribuir en algunos casos a retrasar la maternidad o a tener menos hijos de los que se desearía, la argumentación de que los nacimientos bajan porque la economía no acompaña es bastante dudosa. Disponemos de amplísima evidencia histórica acerca de cómo el enriquecimiento de las sociedades va unido a un desplome de sus tasas de natalidad: en los países pobres y preindustriales, la natalidad (y la mortalidad) es muy elevada, pero en los países ricos y posindustriales, la natalidad (y la mortalidad) tiende a ser muy baja. Cuando las probabilidades de supervivencia de sus hijos son muy altas, los padres tienden a preferir concentrar su «inversión» en mejorar la calidad de vida (y la formación) de unos pocos vástagos, que en multiplicar la cantidad de ellos. Por otro lado, no contamos con muestras claras de que la crisis haya impactado negativamente sobre la natalidad ni de que la recuperación esté impactando positivamente sobre ella. La edad media para tener el primer hijo aumentó desde 29,6 años en 2002 a 30,15 en 2007. En los años de la burbuja, las españolas siguieron retrasando su decisión; entre 2007 y 2013 (el peor momento de la crisis), esta cifra pasó de 30,15 años a 31; y entre 2013 y 2018 (recuperación), ha mantenido su tendencia al alza desde 31 a 31,6. Lo que se observa, por tanto, es un progresivo retraso de la maternidad con independencia del entorno económico. En lugar de culpar a factores exógenos de decisiones personales perfectamente respetables (no tener hijos), tal vez deberíamos empezar por asumir honesta y sinceramente la motivación real detrás de nuestras decisiones. La sociedad actual es una sociedad con unidades familiares menos estables, con menor visión de largo plazo y con «tentaciones» muy variadas frente a la opción de tener hijos: jamás la pobreza o la privación económica fueron razones determinantes para no tener hijos cuando esos hijos eran verdadera y prioritariamente deseados por sus padres.