Opinión
Contra las mafias de la Okupación
Ante el creciente fenómeno de la okupación de viviendas, las administraciones públicas tienen tres opciones: favorecer esta actividad, como hace la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; mirar para otro lado, como hizo la de Madrid, Manuela Carmena, o denunciar ante la Fiscalía a las mafias que actúan en el mercado de la okupación, como hace la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso. Desde luego que la solución más rápida y eficaz es modificar la ley hasta situarla en el punto justo de la expulsión inmediata de aquellos que no acrediten un título de propiedad o arrendamiento de la vivienda okupada. Pero mientras llega esta modificación, las administraciones públicas tienen que colaborar, implicarse a favor de la propiedad usurpada. En varios municipios de la Comunidad hay 59 viviendas de promoción pública okupadas a través de grupos organizados, mafias de la «patada a la puerta». El modus operandi es sencillo: buscan familias necesitadas de una vivienda, les ayudan a conseguirla, a okuparla, y una vez consumado el delito, acuden al propietario para ofrecerles la devolución de su casa, a cambio de 10.000 euros. Han sido muchos los que han preferido satisfacer el precio de la extorsión, antes que gastarse el mismo, o más, en los tribunales y tener que esperar meses a que llegue la resolución judicial.
Díaz Ayuso ha pensando que la administración autonómica no puede quedarse cruzada de brazos ante este fenómeno, que ha escalado hasta el nivel de negocio fraudulento, y denuncia ante la Fiscalía Superior esta situación, que se agrava cuando el espacio okupado, no se utiliza como vivienda familiar, sino como local para el ejercicio de actividades ilegales.
El gobierno regional quiere emprender una especie de cruzada contra la okupación de viviendas y su última derivada: el negocio mafioso de este fenómeno. Lejos de alentarlo, o consentirlo, el ánimo de combatirlo hace que la iniciativa del gobierno de la Comunidad de Madrid constituya una satisfactoria novedad, un ejemplo de involucrarse en un asunto de gran sensibilidad social, que me recuerda una frase de Gilbert Keith Chesterton, periodista británico de principios del siglo XX: «Se dice que los ladrones respetan la propiedad. Sólo desean que la ajena se convierta en propia para respetarla mejor».
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