Opinión
¡Que paren esta enloquecida España política!
La
legislatura que hoy arranca apunta ya maneras de un auténtico cambio de ciclo político.
No solo por el hecho de que en ella se vaya a ensayar, por primera vez en la
reciente historia de España, la fórmula de un gobierno de coalición, sino por
el nuevo tono de enfrentamiento, hasta unos niveles desconocidos, que han
caracterizado las tres jornadas del Debate de Investidura del ya presidente,
Pedro Sánchez, y la urgente necesidad de sosegar el clima si no se quiere
trasladar ese encanallamiento a todos los ámbitos de la sociedad española.
Lo cierto es que el panorama que nos han dejado los últimos días ha sido desolador; gritos en el hemiciclo entre una mitad y la de enfrente, recriminaciones de grueso calibre y algún que otro insulto. España parece, más que nunca, partida en dos de forma cada vez menos remediable. Políticos y analistas de la derecha hablan ya sin recato de una 'vuelta a los años 30', en referencia a la tormentosa historia de la II República española que devino en una horrible Guerra Civil mientras que la izquierda y los nacionalistas han convenido en considerar poco menos que 'fascista' cualquier oposición a Sánchez y a sus alianzas. ¿Excesivo? ¡Sin duda!
¿Italia? Peor… ¡sin
habilidad para pactar!
Llevo
en el tuétano de
mi ser los modos y maneras de hacer política y de construir las relaciones
sociales de mi querida Italia y siempre, desde que puse en pie en España por
primera vez, hace ya casi treinta años, he repetido que por estas maravillosas
tierras falta esa cultura del pacto, del diálogo... y sobra cainismo y ‘guerracivilismo’.
Carecen los españoles, lo digo con dolor, de esa 'cintura' que les haga manejar
los asuntos públicos (y a veces también
los privados) no como algo personal sino como campos en los que es necesario
buscar el entendimiento sino se aspira a vivir permanentemente enfangados y
enfrentados. Lejos de corregirse, percibo con enorme preocupación que esta
tendencia va a más. Las jornadas de la Investidura del candidato socialista, ya
presidente del Gobierno, pasarán a formar parte de las páginas más negras del
parlamentarismo español. La carencia de explicaciones acerca de sus pactos con
ERC por parte de Sánchez, las invectivas de Casado y sobre todo de Abascal, el
desesperado intento -casi también
a veces a gritos- de Arrimadas por no ser considerada irrelevante y el tono
chulesco y retador de Rufián y de la portavoz de Bildu, invitan a reflexionar
sobre si esta es la España que realmente queremos los ciudadanos. La España que
hemos votado el pasado 10 de noviembre. Creo que no. Estaría aterrado de que así fuera.
Urge
echar a andar
Al
final, no solo por las palabras sino sobre todo por los gestos de unos y otros,
parece que lo que se ha impuesto no es la necesidad de un nuevo Ejecutivo que
ponga en marcha cuanto antes las urgentes reformas que necesita este país sino
la revancha de unos frente a otros. El confuso gesto de Sánchez mientras
observa al jefe del Estado durante la Pascua Militar, las escenificaciones de
Iglesias y Montero, levantándose y manoteando frente a los revoltosos escaños
de la derecha, todo un miembro de la mesa del Congreso como Suárez Illana dando
la espalda a la portavoz de un grupo parlamentario, Bildu, que dará más o menos repelús pero
que ha sido democráticamente elegida al igual que los demás... las
impresentables afirmaciones, en fin, de Abascal y Espinosa de los Monteros
negando legitimidad a unos diputados frente a otros... ¡Qué pare toda esta locura, por favor!
Miremos
hacia el futuro y rompamos de una vez el retrovisor de las dos Españas. Es bochornoso que el debate
se simplifique a unos términos
barriobajeros como los que he leído en algunos tuits de miembros de Podemos -lo
siento por ellos- con alusiones a que pierden los buitres, las cloacas y sus
brazos parlamentarios y mediáticos y gana la gente humilde y trabajadora. ¡Un poquito más de nivel, por favor! No
menos lamentable es que parlamentarios de Vox se ausenten de su deber de
presenciar las sesiones de la Cámara cuando habla otro de los representantes de
Bildu, el este caso el diputado Matute.
Presidente,
por los pelos, pero presidente
Lo
cierto y verdad es que, como era previsible, por encima de este campo de minas
político, Pedro Sánchez ha
conseguido ser investido en segunda votación con 167 votos a favor y otros 165
en contra. Escasísima mayoría, tan solo gracias al voto afirmativo del diputado
turolense, que garantiza al líder socialista su acceso a La Moncloa y nada más
que eso, pero en absoluto una legislatura tranquila. Y es que, una de las
claves de los próximos compases de esta nueva situación política será la
poca convergencia de intereses entre unos y otros. Más parece que el pacto es
una componenda entre un PSOE al que interesa amarrar su gobierno en Madrid y
una ERC que aspira a ocupar todo el poder en Cataluña expulsando a JxCat, a Torra, a Borras…
¡y a Puigdemont!, de la escena. Pero no mucho más, lo que da pie a partir de
ahora a previsibles disfunciones a la hora de la actividad legislativa… empezando
por los Presupuestos Generales.
Capítulo aparte merece el papel de
Podemos. Sánchez tendrá el mismo problema que los
socialistas utilizaron como crítica hacia el PP y Ciudadanos en la Comunidad de
Madrid: que su gobierno no parezcan dos. Tendrá que esforzarse para que se rompa
el estereotipo inicial que ha calado de un Iglesias que maneja ‘a
sus ministros’ y un
presidente a los suyos. El camino se recorrerá andando.
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