Opinión
El pito del sereno (II)
Señalaba en mi último artículo, cómo España cayó en una espiral de descrédito en la época de ZP. Desgraciadamente, la situación empeoró con Rajoy. De entrada, la gestión de Montoro ganó para España la consideración de una nación de golfos y desvergonzados. No resulta extraño porque Montoro enviaba unas cuentas a la UE comparadas con las cuales las del Gran Capitán eran el colmo de la honradez. Harta de los enjuagues montoriles, la UE exigió la creación de la Airef –sin paralelos en Europa– para fiscalizar las cuentas del ministro de Hacienda… que se negó a entregarle los papeles necesarios para su gestión. Sólo tras amenazar con recurrir al Supremo, pudo la Airef contar con la documentación indispensable. Pero, a la vez, no se controló la deuda, no se controló el déficit, no se controló el dinero que se entregaba a los golpistas catalanes y, vez tras vez, la justicia europea quitó la razón a la Agencia tributaria. También al Tribunal Supremo al que comenzó a ver como peligrosamente sumiso a instancias como los bancos. Los políticos –y los medios– podían insistir en que todo iba de maravilla, pero, en el seno de Europa –y no sólo de Europa– España era contemplada como la nación que no arregla sus cuentas, que carece de seguridad jurídica en las acciones de su Hacienda y de sus tribunales y que permite que los que pretenden desintegrarla no sólo campen por sus respetos sino que además vivan del dinero que la Agencia tributaria saca, con razón o sin ella, de los bolsillos de los contribuyentes. Por supuesto, podemos decir que nos desprecian por la leyenda negra, porque nos envidian la tortilla de patatas o porque –¡¡¡callen a los pensionistas!!! – como en España no se vive en ningún sitio. No pasa de ser una manera de engañarse aunque más peligrosa que otras. En lugar de recurrir a tópicos manidos y estúpidos, de pedir la salida de la UE y de acordarnos de los Tercios de Flandes, deberíamos actuar con sensatez. España no será jamás respetada mientras sus gobernantes actúan de maneras nada respetables, los medios lo jalean y los ciudadanos siguen votando a ese tipo de políticos. Mientras no cambie todo eso, al norte de los Pirineos, España será contemplada como una nación de listillos, indigna de confianza y digna de que la tomen por el pito del sereno.
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