Opinión

¡Habemus Gobierno! España empieza a andar

Una

de las prerrogativas básicas

en democracia, de entre las más

poderosas de las que dispone el presidente del Gobierno es, aparte de

la de disolver las Cámaras,

la de formar su equipo, su Ejecutivo, sin más

presiones que las que le imponga su propia conciencia. Y eso es

exactamente lo que ha hecho Pedro Sánchez,

para escándalo

de algunos, regocijo de otros y perplejidad de no pocos. Sea como

fuere… ¡al fin tenemos Gobierno! España echa a andar, tras una

letal interinidad, más

bien parálisis,

que a la mayoría

se nos ha hecho eterna.

que

muchos me dirán

que ya voy errado desde el principio; que Sánchez

no ha hecho el Gobierno que ha querido sino el que ha podido en

virtud de sus hipotecas con sus necesarios apoyos de Unidas Podemos y

de ERC. Sí,

claro, pero no tanto, o ‘ma

non troppo’,

que decimos los italianos.

Toda

una obra de ingeniería

política.

El

diseño final de este retablo gubernamental más

parece una obra maestra de orfebrería

política

que una componenda compuesta de mala manera y con los pies a la

rastra. No me será

difícil

argumentarlo:

¿Pablo

Iglesias quería

ser vicepresidente? Ningún

problema. Él…

¡y tres más!

¿No

quedaba otro remedio que sentar a la mesa a un comunista de los que

ya casi no quedan? Pues se adjudica al señor

Garzón, líder

de Izquierda Unida, un Ministerio de Comercio sin apenas competencias

y que, en todos los diseños anteriores, de uno u otro color

político,

jamás

tuvo mayor rango que el de dirección

General o tal vez de Secretaría

de Estado…

y

todos contentos.

¿Había

que hacer a la compañera

del líder

de Podemos también

ministra? ¡Qué

mejor

que una cartera de Igualdad!... aún

a costa de enfadar, de manera notable, a muchas mujeres del PSOE que

se creían

con mayores méritos

para ocuparla.

Pedro

Sánchez

no ha traicionado ni una sola de las promesas que hizo a sus socios…

pero

ha jugado las cartas muy a su manera. Y lo ha hecho bien. La

veteranía

es un grado, también

en política

y se nota que a los cuadros de Unidas Podemos aún

les falta cierta astucia política

práctica.

¡Pero

cuidado! Novatos o no, los morados -con Iglesias en cabeza de la

formación-

no le van a dar al presidente un solo minuto de paz. Es sabido que el

líder

‘podemita’

adora,

como pocas cosas en el mundo, la cercanía

de un micro o de una cámara,

y que le pierde la presencia de un foco que pueda iluminar su

permanente necesidad de protagonismo. De ahí

a ‘ir

por libre’

median

pocos metros. Y esto originará

roces,

por decirlo de forma ‘suave’,

desde los primeros minutos del partido. El mayor peligro, desde el

principio, es el de que no haya un Gobierno sino dos.

Para

cortar de raíz

estas especulaciones, el jefe del Ejecutivo ya ha remarcado

tajantemente desde su primera comparecencia el pasado domingo 12 de

enero en Moncloa que: 'El gobierno hablará

con

varias voces, pero siempre con una sola palabra'. Parece un

trabalenguas, con nulo sentido, pero lo tiene... ¡vaya si lo tiene!

Sánchez

tiene miedo de que esa debilidad se convierta en endémica

y se empleará

a

fondo para neutralizarla. La oposición

es también

consciente de esa tara y por ello focalizará

su

principal argumento de crítica

desde el principio, precisamente, en ese hándicap.

Que nadie pierda de vista que, a pesar del aparente cierre de filas

escenificado por la izquierda en la Investidura, los recelos y la

desconfianza entre el PSOE y Unidas Podemos persisten. Iglesias

tratará

desde

el 'minuto cero' de rentabilizar su nueva posición

de poder, de la que hasta ahora no había

disfrutado jamás.

El jefe del Ejecutivo deberá

emplearse

a fondo en marcar la diferencia entre él

y todos los demás;

dicho en otras palabras, tendrá

que

demostrar en cada decisión,

en cada gesto, en cada paso, que él

es el presidente del Gobierno. Ya les anticipo que no le será

nada

fácil. 

Redondo

y Delgado: dos aciertos, a pesar de la polémica.

De

momento, el diseño ideado por las mentes pensantes de Moncloa, con

Sánchez

a la cabeza, no puede ir mejor dirigido porque demuestra que se ha

hilado muy fino: se promociona a Iván

Redondo como el gran responsable de trasladar los logros conseguidos

a la opinión.

Redondo, por supuesto, seguirá

siendo

jefe de Gabinete, pero se le confiere rango de Secretario de Estado y

se le encomienda además

la responsabilidad de la oficina económica

del Gobierno, además

de otras importantísimas

como el Departamento de Seguridad Nacional o la Oficina Nacional de

Prospectiva y Estrategia del País

a Largo Plazo. Hablando

en plata:

mandará

más

que la mayoría

de los ministros. Jamás

ningún

asesor de mandatario alguno acumuló

tanto

poder. Si Sánchez

es el cuerpo y el brazo ejecutivo de este flamante equipo, sin duda

alguna Redondo será

su

ánima.

Como

era de esperar, no ha faltado tampoco un espacio para la polémica.

La oposición

de derechas en bloque se ha lanzado a la yugular del presidente para

cuestionarle su decisión

de nombrar a la anterior ministra de Justicia, Dolores Delgado, como

Fiscal General del Estado. El argumento es que Sánchez

se estaría

así cepillando

de un plumazo el sacrosanto principio de separación

de poderes del Estado.

Seré

educado:

no me hagan reír.

No seré

yo

quien sostenga que la escena política

española sea modélica

en ese terreno, pero en un país

en el que, desde 1985, las Cámaras

deciden la composición

del máximo

órgano

de Gobierno de los jueces, el CGPJ, parece un poco inocente –o

malintencionado- usar ahora como arma esta decisión.

Tengo la mejor opinión

de Delgado, una de las mejores fiscalas de España y sé

que

lo hará

muy

bien. Y que será

independiente.

Unidos

y unidas… ¡y a trabajar!

Durante

los últimos

días,

en conversaciones informales con los periodistas, Pedro Sánchez

ha negado tajantemente cualquier roce con Pablo Iglesias. La versión

oficial mantiene que no ha habido fricciones ni por el hecho de haber

delineado cuatro vicepresidencias, lo cual diluye notablemente el

papel del líder

de Podemos, ni por los 'tempos' seguidos a la hora de comunicar a la

opinión

los nombres de los nuevos ministros y el diseño final del equipo que

este martes 14 ha escenificado su primera reunión.

  

De

ella, no puedo más

que extraer conclusiones positivas. Se está

empezando

a gobernar, se está

empezando a legislar.

Como

muestra, un primer anuncio económico

de calado: un Decreto Ley de revalorización

de las pensiones, que para muchos colectivos era una auténtica

medida de emergencia.

¡El

país

pedía

ya señales

a gritos! No me tachen de tremendista si les digo que España no

aguantaba más.

Esta

es la realidad, aunque como he ya dicho, el presidente tendrá

desde

hoy que recitar permanentemente el lógico

guión

de que su equipo va a ser -es ya de hecho- un Ejecutivo 'de unidad',

aunque esté

conformado

por 'una coalición

plural que se va a nutrir de ideas plurales'. La cuadratura del

círculo.

La

nula experiencia en nuestra reciente historia democrática

de Gobiernos de coalición

hacen aún

si cabe más

interesante la experiencia. ¡Ojalá

salga

bien! Será

la

suerte de todos, la suerte de España y de todos los españoles,

tanto de los que le han votado como de los que no lo han hecho.