Opinión
El reparto de África
La fiebre del reparto de África, iniciada por Francia que creó el primer protectorado en Túnez (1881), con la ocupación de África Occidental, seguida de la ocupación inglesa de Egipto (1882), adquirió inmediato interés con la apertura del Canal de Suez y la comprobación del curso del río Nilo marcando la dirección Norte-Sur y las beneficiosas rentas originadas por los productivos desbordamientos del Nilo. Estos dos primeros, en el caso de Inglaterra, coinciden además con la inserción de África Oriental y la creación de una idea que tuvo rápida acogida en las nuevas directrices imperiales en el gran «continente negro» de los «primeros ministros reformistas», Disraeli y Gladstone, la participación en las distintas y productivas colonizaciones de personajes particulares, agentes al servicio de empresas como fue el gran Cecil Rhodes, fundador de Rhodesia, que entusiasmó con las anexiones de territorio, exclamando abiertamente que «si pudiera, anexionaría los planetas». Esta situación condujo a la temprana necesidad de convocar un congreso en Berlín (1878), clausurado el 13 de julio de 1878, y fue un éxito más de la diplomacia inglesa, que desarrolló con la ocupación del Estado de Egipto, el estrecho de circulación del Mar Rojo, la marcación del eje del río Nilo y el interés en el sur continental con la creación de África del Sur, de un imperio oriental africano sin solución de continuidad Norte-Sur, desde el gran Estado histórico de Egipto hasta el sur, con la competencia de Alemania, en cuya realidad, en la empresa de los «boers» se gesta el antagonismo anglo-germano que conducirá fatalmente a las dos guerras mundiales del siglo XX.
El catedrático Henry L. Wesswling de Historia General en la Universidad holandesa de Leiden y director del Instituto para el Estudio de la Expansión Europea, es autor de un libro titulado «Divide y vencerás», con todas las virtudes que presenta un libro ordenador de un panorama internacional de enorme interés, precisamente en una realidad enormemente compleja. «Divide y vencerás» lleva como subtítulo «El reparto de África (1880-1914)». El sueño del Cabo-El Cairo lleva anejo el Tratado Zanzíbar-Heligoland. La realidad histórica pone en presencia de personajes como Emin Pasha (1840-1892), que se llamaba realmente Isaak Eduard Schnitzer. Nació en Silesia, de padres judíos convertidos al luteranismo. Estudió medicina en Berlín, Könisgberg y Wroclaw (Polonia). En 1864 marchó a Albania, dominada entonces por los turcos; se convirtió al islamismo, adoptando nombre turco de Dr. Hairoullah-Effendi; trabajó como médico militar y en adelante portó un fez. Era un hombre muy talentoso, pianista y gran jugador de ajedrez; dominaba más de veinte idiomas y era un competente botánico y ornitólogo, además de un cualificado gobernador que transformó Ecuatoria (Alto Nilo) en un éxito económico. Este idilio terminó con la caída de Jartum en 1885, el hundimiento anglo-egipcio sobre Sudán. Lord Salisbury estimaba que los riesgos militares y diplomáticos eran demasiado altos; por otra parte, no era asunto suyo, sino de los alemanes. Pero como el gobierno alemán no se sentía llamado a actuar, pasó a ser de iniciativa privada. Por parte inglesa, tal iniciativa la tomó William Mackinnon, que con otro hombre de negocios, el comerciante James F. Hutton, fundó el Comité de Rescate de Emin Pasha. El tratado anglo-alemán sobre África oriental (1886) creó nuevas posibilidades de expansión británica en dicho territorio, sin peligro de hostilidades por parte de Alemania; en definitiva, una expedición de rescate podía conseguir dos objetivos con un solo tiro: servir una buena causa popular y abrir una vía de comercio desde África oriental hasta el lago Victoria y el Alto Nilo. El gobierno egipcio aportó catorce mil libras para reconquistar su provincia perdida. Stanley continuaba al servicio del monarca belga; si querían sus servicios debía dar su autorización. Leopoldo II estaba interesado en el Nilo, quería una ruta sí, pero desde el Estado Libre del Congo. Stanley estaba dando conferencias en América. Meleinnon le envió el siguiente telegrama: «Su plan y oferta aceptados. Autoridades de acuerdo. Fondos recabados. Asunto urgente. Venga de inmediato». Reunió en Zanzíbar la gente para la expedición y llegó con ellos al Congo en marzo de 1887. Comenzó la aventura, que se convirtió en un drama. Partió con cuatrocientos hombres; al llegar a Ecuatoria sólo quedaban la mitad: enfermedades y hambre fueron las principales causas.
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