Opinión
‘Pin parental"...¡Supuestamente el mayor problema que hay en España!
Uno va teniendo ya el ojo 'viejo' a la hora de poner el foco a los trazos más finos de la actualidad política, o si lo prefieren de la vida en general, de todo lo que nos pasa y del por qué nos pasa, aunque como suelo repetir, todo en la vida es política. La polémica de esta semana, desgraciadamente, ha tocado de lleno a un ámbito típico y recurrente cada vez que se inicia una legislatura con una temperatura política 'elevada': la educación... y más en concreto el llamado 'pin parental'.
Repito
a menudo que me parece increíble
que, en España, muy por encima de lo que ocurre en otros países
de nuestro entorno, la educación
sea especialmente 'manoseada' por los distintos partidos para hacer
'politiquería'
de la peor especie; tanto desde la izquierda como desde la derecha. Y
que de cuando en vez afloren debates estériles
y absurdos sobre cuestiones que deberían
estar resueltas y que en no pocas ocasiones se utilizan, por unos y
por otros, para encubrir otras polémicas
de mayor calado. En este caso ha sido la formación
ultraderechista Vox la que ha colocado en el primer plano de la
actualidad una trifulca completamente artificial e innecesaria pero
que ha provocado, de momento, un doble efecto: enervar al Gobierno de
coalición
del PSOE y de Unidas Podemos y descolocar al PP y a Ciudadanos. Como
resultado tenemos a la derecha que llama comunista, leninistas,
troskistas al Gobierno y a los progresistas y desde la izquierda
‘facha’, ‘trogloditas’, ‘cavernícolas’ y más y más
insultos a la derecha. Si, porqué esta nueva legislatura se ha
abierto con los insulto como arma más relevante de la comunicación
política.
Pero…
¿qué
demonios
es el 'Pin Parental'?
Pura
y simplemente, un subterfugio introducido torticeramente por Vox en
el debate político
-y que ya se aplicaba en la práctica
en Murcia, comunidad en la que los de Santiago Abascal son claves
para la gobernabilidad- que pretende hacer posible que los padres
veten en las aulas aquellos contenidos que no sean del gusto de la
formación
ultraderechista; es decir, todos los relativos a la identidad de
género,
la diversidad LGTBi, o el feminismo. Se quiere exigir para ello a los
responsables de los colegios que informen por carta a los padres
acerca de las actividades complementarias que se programen para los
alumnos por si tienen que ver con estos contenidos.
En
este viaje, como no podía
ser de otra manera, el partido de Abascal va de la mano de
organizaciones tan poco recomendables como ’Hazte
Oír',
tristemente
famosa por sus autobuses homófobos
que, al igual que los de Abascal, consideran que estos contenidos
pueden ser 'intrusivos' para la 'conciencia' de los menores. Si me lo
permiten, una vuelta a las cavernas en toda regla.
'Hazte Oír'
ha llegado más
lejos permitiéndose
incluso amenazar a los directores de los centros educativos con
denunciarles ante los tribunales de Justicia si ignoran esta absurda
imposición.
Los
hijos... ¿son de los padres?
La
posición
oficial del Ministerio está
meridianamente
clara: los alumnos tienen la obligación
de asistir a las actividades complementarias programadas por los
centros educativos porque además
son evaluables. Por tanto, por hablar 'en plata' podemos concluir que
esto del 'pin parental' al Gobierno le parece una broma de mal gusto.
El
Ejecutivo además
encuentra una clara colisión
entre esta iniciativa y el artículo
27 de la Constitución.
El derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus
convicciones morales no puede nunca estar por encima del derecho de
los niños
a ser educados. Punto. Así
de
claro.
Baste
recordar que hace ya una década,
el Tribunal Supremo quitó
la razón
a los padres que pretendían
objetar contra la asignatura de 'Educación
para la Ciudadanía'.
Es
cierto que la ministra de Educación,
Isabel Celáa,
no eligió
la
frase más
inteligente a la hora de sentenciar, tras el Consejo de Ministros del
pasado 17 de enero, que 'los hijos no son de los padres'. Cualquiera
con dos dedos de frente sabe o puede interpretar que es lo que la
ministra quería
decir exactamente, pero sus palabras han sido ya utilizadas por la
caverna mediática
de este país
y por la derecha más
extrema para acusar al Ejecutivo poco menos que de totalitario, casi
'hitleriano' o 'estalinista'. El colmo de la más
estúpida
radicalidad.
Es
obvio que corresponde a las autoridades educativas establecer cuáles
son los contenidos curriculares a los que tienen que someterse los
alumnos y delimitar también
claramente qué
actividades
complementarias deben impartirse, así
como
si estas son evaluables o no. No debemos caer en la trampa de
enredarnos con el lenguaje, que es lo que pretende Vox, de si se
trata de actividades 'complementarias' o 'extraescolares' o de otra
naturaleza. Del mismo modo, debería
quedar claro que todo lo que tiene que ver con la identidad de
género,
la igualdad y el feminismo, así
como
la diversidad LGTBi, son cuestiones ya amplísimamente
asumidas por la sociedad española, como el derecho al aborto, y en
las que no cabe vuelta atrás.
Señores
de la ultraderecha... ¡no estamos en la Edad Media!
La
oposición,
de momento… ¡a
por uvas!
La
controversia ha tenido como ya he dicho el efecto de poner, sobre
todo al PP, frente a sus propias contradicciones y enredar su alma
más
‘liberal’ con
su ala más
conservadora. En los primeros compases del debate, destacados
dirigentes del PP, confundiendo tal vez un poco los términos,
enmarcaron el asunto en el ámbito
de la libertad de los padres a elegir qué
tipo
de educación
quieren para sus hijos. Tuvo que ser ya el domingo 19 Pablo Casado
quien enderezara una posición
que amenazaba con írsele
de las manos al primer partido de la oposición
y aclarar, precisamente desde Murcia, que no hay que caer en la
trampa de Vox de embarrar la vida política
y de paso así
contribuir
a eclipsar polémicas
que a los populares interesen más
como la discusión
sobre la elección
de mi admirada Lola Delgado como nueva Fiscal General del Estado.
Está
bien
un poco de cordura, aunque lamentablemente el PP no ha podido
ocultar, y ya son reiteradas las ocasiones en las que le ocurre, la
acusación
de ‘pegarse
a la rueda’
ideológica
de Vox para no perder más
votos en el futuro por ese lado del espectro.
Ciudadanos
lo tiene algo más
sencillo; Ignacio Aguado y Begoña
Villacís
ya ha dejado rotundamente claro que los centristas se oponen a esta
absurda imposición
de los de Vox que además
pretenden someter al chantaje político
de su aceptación
al Gobierno de la Comunidad de Madrid si es que Isabel Díaz
Ayuso quiere ver aprobados sus próximos
Presupuestos. De locos. Queda ahora pendiente aclarar si Ciudadanos
en Murcia, comunidad en la que co-gobierna- dejará
si
efecto algo que allí
se venía
aplicando, en la práctica,
desde el pasado mes de septiembre. No me cabe duda de que no le
temblará
el
pulso.
Termino
de igual forma en que comencé
esta
reflexión;
es increíble
que en España, bien entrado ya el siglo XXI, se siga utilizando la
educación
como arma arrojadiza entre las fuerzas políticas
para atacarse y ensuciar el debate, de la forma tan mezquina en la
que lo ha hecho Vox, en vez de ponerse de acuerdo para sentarse,
todos juntos, y alcanzar un gran Pacto de Estado sobre un tema que es
capital: la educación
de nuestros hijos, único
y gran pilar de desarrollo de futuro de un país
que está
entre
las 20
economías
más
potentes del mundo y que aspira a lograr cada vez mayores cotas de
bienestar y de desarrollo.
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