Opinión

Felipe VI en Jerusalén

Hoy, a mediodía, se celebra en Jerusalén una ceremonia especial en conmemoración del 75 aniversario de la liberación del campo de Auschwitz. Por todo el mundo habrá actos conmemorativos, pero el de Jerusalén cobrará una importancia especial: por la ciudad, capital del Estado de Israel, por el Yad Vashem, recinto solemne destinado a recordar para siempre el exterminio de la población judía europea, y por los asistentes, entre los que destaca, por su papel protagonista, nuestro Rey Felipe VI.

Es importante que el Rey tome la palabra en nombre los demás jefes de Estado presentes para recordar unos hechos que han marcado nuestra identidad europea. El jefe del Estado español asume así un protagonismo algo más que simbólico. Corresponde bien a la actitud del Rey y de la Corona, comprometidos con la comunidad judía e interesados por el recuerdo de lo sucedido hace ya más de 75 años.

Todos los indicadores señalan el aumento del antisemitismo en los países europeos. Y lejos de verse reducido a los círculos de ultraderecha que la vuelta del nacionalismo ha revitalizado, la nueva judeofobia ha arraigado en la izquierda y en sectores musulmanes que también forman parte de la casa común europea. El veneno se va extendiendo con la crítica al Estado de Israel, hasta llegar a la negación de su legitimidad, preámbulo al deseo de acabar con él. Alcanza a la reelaboración imaginaria de un judaísmo –y un «judío»– que concentran en forma de parodia deshumanizada los rasgos negativos de la globalización y la crisis, mientras encarnan, al mismo tiempo, la voluntad de permanecer leales a la propia identidad. Fantasías y pulsiones contradictorias que la violencia, llegado el caso, aspirará a resolver.

A eso se suma el tiempo transcurrido desde el Holocausto, con la amenaza de un cierto olvido y una cierta trivialización. En particular entre los jóvenes –más aún los jóvenes universitarios–, sujetos a una constante propaganda de tono antisemita. Así es como se renuevan tópicos antiguos, van aumentando los ataques en los últimos años y la población judía europea se siente más y más amenazada por sus propios compatriotas. Tanto como un acto de recuerdo y conmemoración, la presencia del Rey en Jerusalén es un llamamiento a la responsabilidad ante un presente europeo más turbio de lo que debería ser. Si falla eso, fallará todo.