Opinión
Silencio del Chalchalero
Con enorme tristeza he sabido del fallecimiento, en su Salta natal, de Juan Carlos Saravia. Salta es la Andalucía del norte argentino, la más española de las provincias de aquel gran país. En 1948, Juan Carlos Saravia, Aldo Saravia, Pelusa Franco Sosa y el Cocho Zambrano, fundaron «Los Chalchaleros», el maravilloso cuarteto de guitarra y bombo que llevó por todo el mundo la belleza de las zambas, las cuecas, las chacareras, las vidalas y las milongas del floclore argentino. Canciones, en principio, de Atahualpa y Falú. Más de setecientas grabadas y cantadas en su trayectoria. El único Chalchalero que cantó el primer día y el último, 55 años más tarde, fue Juan Carlos –El Gordo-, Saravia. Diez fueron los Chalchaleros que cantaron con su poncho salteño, rojo y negro – el de Juan Carlos Saravia un tono más oscuro, que para eso era el fundador-, las más prodigiosas zambas de aquellos pagos. Cuando el Cocho Zambrano se cansó de viajar, fue sustituido por Dicky Dávalos. A Pelusa Franco Sosa lo suplió el Chango Saravia Toledo. Y a Saravia Toledo, Ernesto Cabeza, un virtuoso de la guitarra. Fallecido Cabeza, llegó del Chaco Pancho Figueroa, elegantísimo guitarrero, que dejaba en el aire y los sentimientos la misma claridad en sus trémolos que Ernesto Cabeza. Y Eduardo Polo Román, el bombista, segunda voz, hijo de un emigrante de Almería y nacido en las cercanías de Cafayate. Finalmente, Facundo Saravia, hijo del extraordinario Juan Carlos.
Visitaron España frecuentemente. Su última visita, constituyó un éxito apoteósico que ellos no esperaban después de diez años de ausencia. En el Teatro Villa de Madrid –hoy Fernando Fernán Gómez- en el Campoamor de Oviedo, en el Victoria Eugenia de San Sebastián, en el Arriaga de Bilbao, en La Granja, en Sevilla… Juan Carlos viajó con fiebre y Pili Hornedo, mi mujer, enfermera y casi médico, le inyectaba un calmante en el camerino. Lo escribe en su «Memorias de un Chalchalero». «No puedo dejar de recordar a la familia Ussía, a Alfonso y Pilar, la única española que se dio el gusto de verme las nalgas. Pili es enfermera y cuando tuve gripe me ponía inyecciones en el camarín».
Los Chalchaleros jamás se metieron en política, al contrario que Los Fronterizos, Los Cantores de Quilla Huasi, Mercedes Sosa o Jorge Cafrune. Nadie representó a Argentina y la grandeza de su música folclórica como ellos. El chalchalero es un ave pequeña que frecuenta –de ahí su denominación-, los chalchales de Salta, Jujuy, Santiago del Estero y demás provincias norteñas. Los Chalchaleros cantaron al Paraná y al Uruguay, a Salta, Catamarca, Cafayate, el Carnaval, al gaucho, al caballo, al poncho y la mujer, bailando sus zambitas con las cintas seductoras. Quien haya seguido a los Chalchaleros –los Chalchas-, durante su larga existencia, se conoce en la figuración la tierra, los saberes, las alegrías y las penas de la Poesía popular argentina nacida de aquellas tierras. «Su Zamba del Adiós», la zamba de su despedida, fue el último regalo que nos dejaron. Hoy, Facundo Saravia, ya nacido en Buenos Aires, además de llorar a su patrón, acude a la Bombonera del Boca cuando juegan los suyos. Pancho Figueroa, con su maestría guitarrera se ha quedado sin jefe. Y Polo Román, el queridísimo Polo, el bombista y autor de la «Zambita de patio y tierra», vive con la memoria deshabitada en Río de la Plata. Le abrumaron las nubes de la enfermedad su arte y su sentido del humor.
Y hoy lloran al Gordo Saravia, no sólo su mujer Margarita, sus hijos y sus amigos y admiradores. Hoy llora Salta la pérdida y el silencio de uno de los más grandes salteños, de su mejor embajador en el resto de Argentina y en todo el mundo. Y desde aquí, desde este Madrid que el Gordo Saravia adoraba, dejo en memoria del hombre bueno que se ha ido, del más inmenso de Los Chalchaleros, estas palabras de elegía y lágrimas para abrazar su silencio. Dios, en el que tanto se refugió cuando sus penas, ya lo tiene en sus azules inabarcables.
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