Opinión

Sánchez da la espalda a Venezuela

La desconcertante posición del Gobierno de Pedro Sánchez ante la dictadura venezolana ha abierto un brecha dentro del PSOE. Aunque simbólico, no es una anécdota y puede ser el primer mensaje de largo alcance, porque afecta al pacto firmado con Unidas Podemos. Ha sido Felipe González quien ha criticado muy duramente esta posición, al negarse Sánchez a recibir al presidente interino de Venezuela, Juan Guaidó. «Considero a Juan Guaidó Presidente de la Asamblea de Venezuela, Presidente Encargado de la República, reconocido por las principales democracias de Unión Europea, de América Latina y del Norte, como EE UU o Canadá», afirma en su nota, en la que reconoce que es el «único representante legitimado democráticamente, de acuerdo con la Constitución de Venezuela» frente a la «tiranía de Maduro».

La declaración de González rompe de manera abrupta con la posición de Sánchez mantenida en los últimos días y deja en evidencia la política exterior del Gobierno hacia Venezuela. La gira que Guaidó está haciendo por Europa ha contando con el apoyo relevante del primer ministro británico Boris Johnson, de la canciller alemana Angela Merkel y del presidente de Francia, Enmanuel Macron, además de las autoridades de Bruselas. Sin embargo, Sánchez ha declinado reunirse con él, una posición inexplicable, que ni siquiera es coherente con el reconocimiento de Guaidó como presidente encargado de Venezuela el pasado 4 de febrero. Aquella fue una posición consensuada con la UE ante la negativa de que Maduro convocase comicios después de unas elecciones declaradas fraudulentas y con la mayoría de líderes de oposición en la cárcel o inhabilitados, lo que, a su vez, provocó que la OEA no reconociese el segundo mandato del presidente chavista. En este contexto es incomprensible la posición que mantiene ahora Sánchez de no reunirse con Guaidó, lo que supone un cambio radical de la política de España hacia Venezuela, que parece seguir la doctrina expresada por el vicepresidente Pablo Iglesias, que ha relegado al líder venezolano a «dirigente político muy importante de la oposición» en aquel país. Todo indica que la línea de la coalición en esta materia está marcada por Unidas Podemos, un partido cuyo equipo dirigente procede del chavismo, lo ha asesorado y en ningún momento ha denunciado la deriva totalitaria del régimen, sus abusos en los derechos civiles y la penuria económica a la que ha conducido al país. En este contexto, el encuentro en el aeropuerto de Barajas entre la poderosa vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, y el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, es difícilmente explicable con el argumento de que fue «fortuito». La dirigente chavista es una de las 25 personas del régimen de Maduro que están sancionadas por la UE, por lo que tiene prohibido su entrada en el espacio Schengen, algo que ha incumplido con la complacencia del Gobierno, que sabía de la existencia de su vuelo. Aun así, Ábalos tuvo un encuentro con Rodríguez, según ha admitido.

La política de Sánchez en Venezuela puede dar un giro radical y convertirse de la noche a la mañana en un apoyo para su supervivencia, pero saltarse la ley es otra cosa. De ahí que el ministro de Transportes deba comparecer en sede parlamentaria para explicar cómo se produjo el encuentro con alguien que tenía prohibida la entrada en España. La errática e irresponsable política de Sánchez abre una situación realmente paradójica: el Gobierno de España, que cuenta con la mayor colonia de ciudadanos procedentes de Venezuela, no apoya al presidente que representa el futuro democrático del país. Guaidó encabezará hoy en Madrid una manifestación reclamando nuevas elecciones y el fin de un régimen totalitario, mientas el presidente del Gobierno español se pliega a las exigencias de su socio, UP, un partido nacido del chavismo.