Opinión
Pin y Pon
A mí me parece que el asunto este del «pin parental» –el nombrecito, por cierto, se las trae por su eufemística apariencia de incorrección política– no es más que un señuelo que los de Vox le han puesto al PP y a Ciudadanos para hacerles morder el polvo en las Comunidades Autónomas donde cogobiernan en minoría y al que el PSOE –ayuno de méritos propios y empachado de mercedes otorgadas a ajenos– se ha aferrado como a un clavo ardiendo para aparentar que hace política para todos. A fe mía que los de Casado parece que han picado el anzuelo –no sin resistencias, como la de Isabel Ayuso y la de su consejero Ossorio–, mientras que los de Arrimadas han escurrido el bulto.
Yo no creo que en Madrid se estén dando a los escolares cursos de zoofilia –como afirma Rocío Monasterio y niega, por cierto, el consejero de Educación– ni de otras materias concurrentes de dudosa factura para esas criaturas. Pero no se me oculta que tales prácticas –a las que entonces se designaba como bestialismo– formaron parte de la iniciación sexual de los jóvenes en la España rural de hace más de medio siglo, tal como estudió en su día Víctor Pérez Díaz, quien también destacó que, para aquellos campesinos, los únicos tabúes eran la homosexualidad y el incesto. Hoy vivimos en una sociedad muy distinta y tolerante, en la que ha cambiado la percepción de las que en aquellos tiempos se consideraban, como dice el mismo autor, conductas sexuales desviadas.
Así que tengo que decir que esta política del «pin», a favor y en contra, no me gusta nada. Yo, en realidad, prefiero la política del «pon», que en materia de educación se concreta, por ejemplo, en pon mejores profesores y págales de acuerdo a sus méritos, pon instalaciones y no barracones, pon becas y medios para incentivar el aprendizaje de los alumnos o pon una regulación más acorde con la equidad evaluadora en exámenes de tanta trascendencia como los de selectividad. Porque mientras la ministra Celaá se desgañita con eso de que «los hijos no pertenecen a los padres», para despacharse luego con la idea de que éstos sólo tienen un «derecho accesorio» en materia educativa, tiene su ministerio hecho unos zorros, sin avanzar un ápice en la sustitución de la legislación que dejó el ministro Wert, mientras se despotrica de ella, se impide su cumplimiento y se sume al sistema educativo en la provisionalidad. Claro que peor es lo de la amenazadora Victoria Rosell, que con un 155 nos pone a todos a desfilar con el puño en alto bajo la bandera roja.
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