Opinión

Antiliberalismo constitucional

Hemos visto a nuevos ministros, cuyo aprecio por la libertad es manifiestamente mejorable, prometer ante el Rey «guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado». La explicación estriba en que, por mucho que nos duela a los liberales, ninguna Constitución es garantía de la libertad. Los Estados más tiránicos cuentan con textos constitucionales, y en las democracias las cartas magnas suelen ser contradictorias en lo que respecta a los derechos fundamentales de las personas.

Los jerarcas de la casta de Podemos, empezando por Pablo Iglesias, entran en éxtasis con el artículo 128.1 de la Constitución: «Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general». Y subrayan: toda la riqueza, ¡toda!

Lo reconoció hace años Julio Anguita, que subía a la tribuna del Congreso a pedir más gasto público y más impuestos, es decir, menos libertad para las trabajadoras, esgrimiendo, entre otros, precisamente ese artículo. Pero en otros países democráticos hay textos similares también. Y en las dictaduras, también. En la nueva Constitución de Cuba se reconoce la propiedad privada, pero también el modelo de planificación socialista sobre la base de la función social de la propiedad.

Dirá usted: claro, es que es un país socialista. Pues mire el artículo 33 de nuestra Constitución: «1. Se reconoce el derecho a la propiedad privada y a la herencia. 2. La función social de estos derechos delimitará su contenido, de acuerdo con las leyes».

Pero si un socialista aplaudiera esta proclamación del colectivismo en España, habrá que leer en el mismo artículo: «3. Nadie podrá ser privado de sus bienes y derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización y de conformidad con lo dispuesto por las leyes». Y recordar que el artículo 31 se afirma que el sistema impositivo de nuestro país «en ningún caso tendrá alcance confiscatorio».

Repito: ninguna Constitución garantiza la libertad, si no estamos dispuestos a apreciarla y defenderla cada persona. Lo dijo el juez Learned Hand en 1944: «La libertad reside en los corazones de las mujeres y los hombres. Si muere allí, ninguna constitución, ninguna ley, ningún tribunal podrán resguardarla; y mientras esté viva allí, no necesita ninguna constitución, ninguna ley, ningún tribunal para ser defendida».