Opinión
De cenar con demócratas a intimar con gorilas
Sánchez no lo recibe, los demócratas españoles sí». La frase de Cayetana
Álvarez de Toledo, portavoz del PP en el Congreso y buena conocedora de la realidad política y social en Venezuela, muerde hasta el hueso,
hasta el grito, tras confirmar que no sólo las principales autoridades del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid recibirán a Juan Guaidó, sino que también apoya su visita a España Felipe González, desaparecido durante las semanas de acoso y derribo a la independencia judicial a cuenta del golpismo supremacista. El ex presidente
entre 1982 y 1996 ha publicado un comunicado devastador. Donde subraya que considera a Guaidó «presidente de la Asamblea de Venezuela, presidente encargado de la República, reconocido por las principales democracias de Unión Europea, de América Latina y del Norte, como EEUU o Canadá». En su carta no hay ni rastro de la tóxica ambigüedad de un José Luis Rodríguez Zapatero al que la oposición venezolana mira con la desconfianza que siempre merecen los propagandistas y escuderos de los más abyectos tiranos. Un Zapatero doblemente discutido tras las turbias informaciones relativas al que fuera embajador de España durante su mandato, Raúl Morodo,
destinado a una Venezuela hoy asolada por la ruina económica, la corrosión de la democracia y las violaciones sistémicas de los derechos humanos. La postura del gobierno español y de un PSOE acuciado por la podemia rozan la abyección a la luz del encuentro en Barajas del ministro José Luis Ábalos con Delcy Rodríguez, vicepresidente de Nicolás Maduro.
Rodríguez tiene prohibido pisar la Unión Europea a raíz del fraude electoral en mayo de 2018. Se le acusa también de ser «responsable de violaciones de derechos humanos y de socavar la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela». Claro que todo palidece
ante la certeza de que Sánchez, nada menos que Sánchez, ejerció durante años como amigo de la oposición venezolana en Europa. De aquellos años son declaraciones encendidas en favor de los demócratas, encuentros en Madrid a los que también asistió Felipe González,
guiños de quién posiblemente actuaba en calidad de Just Peter: con el actual presidente del gobierno las sucesivas reencarnaciones vuelan a tal ritmo que lo único inmutable es su obcecada firmeza en la impostura y una feroz perseverancia en rendir los escrúpulos morales en su lucha por conquistar Moncloa. Su deriva encogida, temerosa, frente al caníbal Maduro, su apuesta por las posiciones del agónico bolivarismo, el abandono de la trinchera liberal que comparten EE.UU, la UE y, en general, todas las democracias consolidadas frente a una Venezuela descrita por la revista The Economist como un régimen autoritario, tiene mucho que ver con la piraña morada que roe las fontanerías de un PSOE irreconocible. Coherente con su tradicional cinismo. Pero forastero de su historia reciente en su enajenada apuesta por el populismo forajido y las recetas demagógicas de los fantoches podémicos. Frente a lo sucedido con otros saltos morales, derrapes en toda regla, de Cataluña a ETA, la deriva sanchista respecto al país hispanoamericano sí podría tener consecuencias severas para España. Hace menos de dos meses el departamento del Tesoro de EEUU informaba de posibles sanciones contra nuestro país, tras maliciar que el régimen de Maduro podría haber usado nuestras instituciones para saltarse las sanciones impuestas por Washington. Lo que pudo sonar a globo sonda redobla ahora su apuesta por la presencia en el Consejo de Ministros de una banda muy partidaria de los siniestros gorilas venezolanos, así como por la ascendencia que sobre ella tiene alguien tan desacreditado a nivel internacional como Zapatero.
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