Opinión

Los Goya y el cine español... ese viejo y recurrente objeto para la polémica y el cainismo patrio

Debo confesarles que he cerrado mi fin de semana con un gran sabor de boca. Vamos, que regreso a Madrid procedente de Málaga, sencillamente, encantado. ¿Málaga? Sí, Málaga. Hermosa y querida tierra para quien esto escribe y en donde he tenido el privilegio de ser uno de los invitados a la gran fiesta anual del cine español: la Gala de los Goya. Una Gala que, con aciertos y errores -qué evento no los tiene- estaba marcada por la poderosísima imprenta del gran genio de nuestra escena, Pedro Almodóvar, y por el inigualable Antonio Banderas, enorme artista cuya cualidad más sobresaliente, una de ellas, es ser uno de los pocos personajes públicos de los que nadie habla mal en España.

Pero entrando ya en harina... la Gala, ¡ay, la Gala! recibió casi por igual tímidos elogios y críticas, algunas inmisericordes. Y siempre que asisto a un evento de estas características me hago la misma pregunta: ¿por qué es tan difícil en España conseguir organizar un gran 'summit' de este calado sin que haya siempre voces discordantes a los que nunca les parece que todo está bien?

Intelectuales para unos, ‘vulgares titiriteros’ para otros. Las dos Españas…

Que el 'gremio' de los actores es especialmente cuestionado en nuestro país no ha sido nunca un secreto para nadie. Es lógico. No desempeñan un oficio, digamos, corriente... las especiales connotaciones de su trabajo, que tiene que ver con la cultura, con el reflejo de una sociedad como la española especialmente cainita y dividida, su veta cultural e intelectual que les coloca, directamente, en el centro de la diana de todos cuantos no comparten su cosmovisión ideológica y la propia idiosincrasia del carácter de algunas de estas 'estrellas', les hace acreedores a partes iguales de adhesiones incondicionales y de desprecios crueles y excesivos. Ya sabemos que España es el país de la envidia y los elevados estándares de vida exhibidos por algunos de estos divos y divas no les granjean precisamente el amor de muchos. Si a ello unimos que buena parte de ellos se confiesan abiertamente de izquierdas, ya tenemos el lío organizado.

Es por ello por lo que, ya antes de comenzar la función, nunca mejor dicho, el juicio y la opinión de muchos y parte de los artículos o críticas, ya sean a través de los medios o de las redes sociales, ya están 'cantados'. Puedo comprenderlo, entender por qué ocurre... pero intelectualmente me niego a aceptarlo. No voy a traer aquí a colación mi opinión, que muchos de ustedes conocen, acerca de la estupidez que supone asumir que el hecho de ser millonario inhabilite para compartir una ideología abiertamente de izquierdas; no es el tema del presente artículo. Pero sí lo es, como sugiero en el título, entrar en un análisis, siquiera somero, de algunos de los errores de la Gala de este fin de semana y también de sus muchos aciertos, o momentos  vibrantes y brillantes... que los tuvo.

Ejemplos humanos e inspiradores. Vidas entrañables… ilusiones que no tienen edad

Creo que no soy el único al que emocionó hasta el borde de las lágrimas el galardón a Benedicta Sánchez, elegida mejor actriz revelación... ¡a sus 84 años! ¿Quién dijo que el éxito tiene una edad? ¡Qué enorme estupidez! Ya sé que es difícil de asumir para muchos abducidos por esta sociedad 'líquida' e 'inmediata' en la que nos desenvolvemos y en la que parece que si a los 30, por decir algo, no has llegado al 'top' eres poco menos que un fracasado. Me parece fantástico que con 17 años haya ‘influencers’ o ‘youtubers’ archifamosos y multimillonarios pero... ¡vivan todas las Benedictas que en el mundo haya y que en los últimos minutos del partido de su vida, los Dioses, la Providencia o quien sea les hagan regalos tan maravillosos como este!

Capítulo propio merece, aunque en este caso si se trate de una actriz consagrada y con una dilatadísima carrera a sus espaldas, el premio de la también veterana Julieta Serrano. Fue el momento elegido para que una 'espontánea' interrumpiera abruptamente la celebración con uno de los mensajes de moda pero en el que no debemos cansarnos de insistir: 'Salvemos el planeta! Consiguió sacar a buena parte del público de un cierto tedio, rompió la linealidad del consabido y clásico "anuncio, premio y discurso de agradecimiento"... ¡Bien por los guionistas! ¡Set point!

Marisol:

un respeto

¡historia viva!

Podría

traer a colación

mil detalles de esta edición

de 2020. Decenas de aristas que, en función

de quien las interprete, serán

gravísimos

errores o ingeniosos aciertos. No lo haré

para

no convertir esta pieza en eterna. He leído

por ejemplo duras críticas

contra Pepa Flores, 'Marisol', que fue galardonada con el Goya de

Honor y que no acudió

a

recibirlo. La he admirado siempre tanto, soy tan devoto, piadoso y

respetuoso con el enorme sufrimiento que ha ido trufando su camino

vital durante décadas,

que no seré

yo

quien me atreva a levantar una sola palabra de incomprensión

hacia ella. Creo que la Academia le debía

ya este reconocimiento desde hacía

muchos años.

Y percibí

también

que todos, al menos mis vecinos de butaca, sintieron un punto de

emoción

al escuchar a María

Esteve. 

Señalaré dos cosas, solo dos más, con carácter general, para que de forma muy sencilla mis lectores puedan entender el 'leit motiv' de este artículo y el porqué de que unos años más que otros, pero casi todos, la Gala de los Goya se convierte en abonado terreno de juego, uno más, del cainismo político patrio.

España es España. Hollywood, es Hollywood. Ojito con las críticas y sus matices

La primera consideración es bastante obvia: si esta Gala ha tenido alguna vez la pretensión de asemejarse, de forma más modesta, claro está, a la 'Alfombra Roja' norteamericana, se trata de una pésima idea. España no es Estados Unidos -afortunadamente- ni debería pretender serlo, fuera de algunos rasgos de excelencia que hacen de aquel gran país uno de los líderes mundiales. La segunda es que quienes diseñan, proyectan, idean, crean, dirigen y guionizan un evento como este deben siempre evitar hacer discursos 'en negativo', más cuando no es absolutamente necesario. ¡Ojo! No quiero decir con esto que no puedan tomar posición política, como cualquier ciudadano que vota y paga sus impuestos en España (ya, ya sé que muchos de los que anoche estaban allí no lo hacen...) pero que una cosa es defender las propias ideas, o pelear por los intereses del sector -me refiero al 'IVA cultural' u otras cuestiones, y otra muy distinta construir un discurso algo ramplón en el que la crítica se dirige, no a tu propio ámbito, sino a otros tan alejados como… ¡los que tienen un yate de lujo! (recuérdese lo que le ocurrió al pobre Dani Rovira hace algunos años.

En suma; que cada uno saque las conclusiones que le parezcan más oportunas. Yo personalmente, vine encantado. Ya lo he dicho. Algunas cosas me gustaron más, otras no tanto, pero comprobé que el cine español goza de buena salud. que se producen piezas de extraordinaria calidad, y que tenemos genios de talla mundial como Almodóvar, Banderas, Amenábar… y tantos, y tantos, y tantos... Y que, como en tantas otras cuestiones, en España deberíamos y valorarnos un poquito más. Al menos, más de lo que lo hacemos.