Opinión
Radical(mente) insobornable
Cuentan que en el PP hay gente preocupada por la deriva reaccionaria del juguete y su teórica sumisión a Vox. El penúltimo en advertirlo fue Borja Sémper. Ese que justificaba mediante espectros antediluvianos la desigualdad de oportunidades entre españoles y el dumping autonómico. En Barcelona otro moderado, un Josep Bou, sostiene que fue un error la candidatura de Cayetana Álvarez de Toledo pues «los catalanes queremos gente de casa, con apellidos catalanes y que hablen en catalán, esto funciona así». Abundó que «el PP tiene que tener gente aquí, que sea catalana, que tenga apellidos catalanes y que hable en catalán». Yo estoy de acuerdo… siempre que lo explique a partir de la buena salud de la xenofobia en Cataluña. Vamos a dejar de lado que los apellidos catalanes más comunes son los mismos que en el resto de España. O que el suyo apenas pasa de curiosidad arqueológica. Lo sustancial es que si hubiera dicho esto en la Georgia de 1950 habría sido elegido por aclamación Gran Wizard del KKK en una noche con aroma a magnolias y carne a la brasa. Todo esto, los poetas que disculpan privilegios políticos y los empresarios preocupados con los apellidos de los candidatos y su limpieza de sangre, sucede en un país donde el ministro Ábalos recibe en Barajas a una señora que tiene prohibido pisar el espacio Schengen por violaciones de los derechos humanos y donde el gobierno propone cambiar los tipos penales de la sedición para beneficiar a unos delincuentes, golpistas, condenados en firme. Resulta psicotrópico que alguien pueda acusar de radicalismo al PP de una intelectual como Álvarez de Toledo mientras el PSOE quema los últimos puentes constitucionales y vota en contra de que una comisión del Parlamento Europeo viaje a España para investigar los 379 crímenes de ETA sin resolver y mientras las terminales mediáticas de un progresismo que tiene de tal lo que yo de Al Capone en Chicago o legionario en Melilla avalan las tropelías de un tribalismo empeñado en destruir el Estado. El único radicalismo en Álvarez de Toledo es el de su compromiso con el liberalismo de Rawls y el patriotismo constitucional y la democracia deliberativa de Habermas. Eso y su adscripción al grupo de la «edge people» (Tony Judt). Normal que su discurso provoque apoplejías entre unos chauvinistas reactivos a la libertad y, sobre todo, a la lectura.
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