Opinión
Nueva Legislatura... ¡España arranca por fin!
¡Por fin llegó el gran día! O al menos eso es lo que esperamos todos los demócratas de bien. El día en que, después de cuatro años de 'anormalidad', o al menos de una innegable sensación de interinidad, España puede echar a andar de nuevo con sus motores al máximo de revoluciones. Resulta increíble, pero necesitamos algunos segundos para recordar el número exacto de convocatorias electorales y consiguientes investiduras fallidas a las que hemos asistido en tan corto lapso de tiempo. Una 'irregularidad' a la que en España no estábamos acostumbrados pero con la que tendremos que ir familiarizándonos... ¡que me lo digan a mí, apasionado observador y atento analista del escenario político de mi amada Italia! Todos saben ya que hace tiempo que mantengo que España transita por la misma senda irregular, cambiante, inestable, y en ocasiones tortuosa, que mi tierra natal... solo que sin italianos.
El
segmento de tiempo transcurrido desde diciembre de 2015 hasta el
momento presente ha servido, sobre todo, para evidenciar la
incapacidad de nuestros actuales dirigentes políticos
de asumir la necesidad de ese difícil
arte del pacto, la negociación,
la cesión
y -cómo
no- la conciliación;
en general, el dominio de las diferentes herramientas que requieren
los nuevos tiempos... las armas florentinas que exige la nueva
política.
Disculpen
este largo introito pero la ocasión
lo requiere porque con él
quiero llegar a la 'almendra' central de la jornada parlamentaria del
lunes, 3 de febrero de 2020. Había
expectación
-mal que le pese a los republicanos confesos y a los separatistas-
por escuchar las palabras del Jefe del Estado. Y debo decir que a mí,
personalmente, no me defraudó
en absoluto.
Felipe
VI, como no podía
ser de otra manera, reivindicó
los
valores de “diálogo
y acuerdo”
que permitieron la construcción
hace 40 años de la Constitución
española y aseveró
que
España no puede basarse en la estrategia de “unos
contra otros”.
¿Parece
simple verdad? Pues ustedes disculparán
porque lo repito siempre con el cariño y el amor que profeso a este
gran país
y a sus gentes pero los españoles siguen sin acabar de poder
interiorizarlo desde hace muchos siglos.
“España
no puede ser de unos contra otros; España debe ser de todos y para
todos. Así
lo
ha querido la sociedad española desde hace más
de 40 años.
Así
lo
sigue queriendo y, sobre todo, así
lo
merece”.
Son frases textuales del discurso del Monarca que, en estos días,
tienen más
sentido que nunca. A la solemne sesión
asistieron la gran mayoría
de diputados y senadores. La presidenta del Congreso, Meritxell
Batet, también
había
advertido en su intervención
que "en el Parlamento no existe el enemigo". Un discurso,
por cierto, el de la Presidenta del Congreso, tercera autoridad del
Estado, de gran altura institucional. Hasta sus contrincantes
políticos
lo reconocieron.
Antes,
el Rey Felipe VI felicitó
y
deseó
mucho
éxito
al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,
y los demás
miembros del Gobierno, pero les recordó
a
la vez que este mandato "entraña grandes responsabilidades,
compromisos y deberes".
El Rey pone en valor a los políticos
En pleno descrédito de los políticos, el Rey quiso "reconocer y agradecer sinceramente la labor de miles de ciudadanos" que "han participado en la vida política implicándose personalmente en la dirección y el gobierno de las instituciones, dedicando lo mejor de sí mismos a servir a sus compatriotas".
Sobre
la labor de los jueces, puesta con frecuencia en tela de juicio y con
la renovación
pendiente del Consejo General del Poder Judicial, don Felipe llamó
a
los políticos
a "colaborar lealmente con todas las instituciones del Estado".
El
monarca constató
que
desde las elecciones de 2015 las Cortes "han ampliado su
diversidad representativa, fruto de las diferentes opciones que han
concurrido a las elecciones", y que el multipartidismo "requiere
el pleno desenvolvimiento de nuestro régimen
parlamentario".
Como
esencia de ese parlamentarismo, el Rey incluyó
tanto
el acuerdo como el ejercicio del control político
por parte de la oposición".
Y
como los tres pilares esenciales de las democracias, enumeró
el
Estado Social, el Estado Democrático
y el Estado de Derecho.
El Jefe del Estado dedicó
buena
parte de su discurso a alabar a la Constitución
como garante de lo que considera una "historia de éxito",
en la que han resonado las palabras concordia, reconciliación,
entendimiento, respeto y libertad. Palabras que, conminó,
hay que "recordar, preservar y, sobre todo, hacer prevalecer en
toda su plenitud"
Aplaudido
por todos, incluso Podemos, denostado por los independentistas.
Don
Felipe fue largamente aplaudido por todos los diputados presentes en
la Cámara:
unos cuatro minutos de ovación,
que en el "aplausómetro"
patrio no está
nada
mal. Con matices, claro. Unos lo hicieron con más
entusiasmo que otros. Kafkiana fue la actitud de los diputados y
diputadas de Podemos, cuyo comportamiento suscitó
curiosidad
previa entre los analistas y seguro que también
entre la ciudadanía
por ver que hacían;
e hicieron una cosa bastante absurda: los que son ministros,
aplaudieron. Los que no lo son, no lo hicieron. Cabe recordar que
hace cuatro años, Pablo Iglesias, que se estaba aún
trabajando la plaza vacante por entonces en España de 'Jefe de la
Revolución
Proletaria" no aplaudió.
Permítaseme
el tono ligero para analizar una cuestión
que tiene más
miga de la que parece. Más
lamentable fue la actitud de 49 diputados, socios por cierto de Pedro
Sánchez,
de ausentarse antes de la Sesión
Solemne y leer un pobre papel, Manifiesto lo llamaron, en el que
Gabriel Rufián
o Laura Borrás
entre otros, vinieron a decir que el Rey no les representa; claro. El
Rey no representa a nadie, porque quienes representan a los
ciudadanos son ellos, los 350 diputados de la Cámara.
Pero les guste o no es el Jefe del Estado, existe, está
ahí
porque
lo mandatan la Constitución
aprobada por los españoles en 1978 y el resto de nuestras leyes.
Seguramente tampoco les gusta la propia Constitución,
o la existencia del Tribunal Supremo, pero deberán
respetarlos so pena de arriesgarse a delinquir y terminar con
Junqueras, entre otros: en la celda de una prisión.
En
realidad, el Rey no se separó
gran
cosa de los contenidos que vertió
en
su último
discurso en similar ocasión
de 2016: la apelación
al diálogo
y al entendimiento, entre unos y otros, como constante en su labor
mediadora y de arbitraje: la que le reconoce la Carta Magna y los
independentistas le niegan.
España echa a andar
Arranca ya oficialmente una legislatura que será dura y complicada y cuyo primer escollo serán los Presupuestos Generales del Estado. Es una notable irregularidad que sigamos manejándonos con unos presupuestos prorrogados de la época... ¡de Cristóbal Montoro! Del hecho de que los independentistas que quieren romper España bajen o no el dedo depende este hito que será trascendental en el devenir político posterior. Si ocurre así, podemos augurar una legislatura larga. Si no, mucho me temo que volveremos pronto a las urnas. Personalmente, apuesto más por lo primero pero en política... nunca se sabe.
Esperemos,
por el bien de España y por la estabilidad, que tanta falta nos hace
en los tiempos duros que se nos anuncian, sobre todo en lo económico
y sin perder de vista la crisis catalana no resuelta, que todo
discurra por los cauces de la normalidad democrática.
Como dio a entender el lunes el rey, rebajar la crispación
es fundamental si queremos seguir avanzando. ¡Ojalá
así
sea!
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