Opinión

Elegir

Estados Unidos, para algunos el «gran demonio imperialista», también es el sueño de muchas personas que aspiran a una vida mejor y que renuncian a intentar construirla en sus países de origen, azotados por la pobreza, el paro, la corrupción, la tiranía, el narcotráfico… Así lo prueban las incesantes caravanas migrantes que intentan cruzar México hacia Estados Unidos tropezando con dos fronteras muy duras que, al final, siempre impiden alcanzar la tierra prometida norteamericana. Violencia, opresión y miseria constituyen grandes razones para huir. Pero los países ricos y libres son dolorosamente conscientes de que dejarían de serlo ipso facto si abrieran sus fronteras. El planeta está lleno de barreras infranqueables contra esos lugares donde solo la pobreza y la tiranía prosperan adecuadamente. Hace poco más de veinte años había un único país comunista en Latinoamérica: Cuba. Hoy están, además, Venezuela, Nicaragua… Y sumando. (Han cursado baja Ecuador y Bolivia). Felipe González decía asombrado hace poco que no ha visto nunca un deterioro social, económico, institucional… tan rápido como el sufrido por Venezuela. Sin una guerra como justificación, los gobernantes «bolivarianos» han logrado hundir al país en tiempo récord. Después de Siria, la crisis migratoria venezolana es la más conmovedora de estos tiempos. Millones han escapado de la interminable agonía venezolana. Mientras que, de momento, nadie abandona clandestinamente Norteamérica para emigrar a Cuba o vivir bajo las órdenes de Maduro en Venezuela; en Nicaragua… Muchos se quejan de las injerencias de EEUU, aunque también son incontables quienes piden a USA que intervenga. Como siempre, resulta más fácil ser comunista en un país libre que ser libre en un país comunista. La corrupción política y el narcotráfico están convirtiendo la región en una de las más violentas del globo. Cuando a la delincuencia común se suma la violencia institucional, el resultado es devastador. Hay países donde el neocomunismo se ha aliado con el islamismo extremista y el narcotráfico, y juntos encarnan una fuerza disolvente de combate contra el «capitalismo liberal». Neocom (unistas) contra neocon (servadores). La autodenominada «democracia iliberal» –que reduce la democracia a elecciones casi siempre fraudulentas, pues carecen de control, y donde caben narcomunismos, populismos, nacionalismos, autoritarismos religiosos…–, contra la vieja y fatigada democracia liberal en la que pareciera que no cree nadie, aunque todos deseen vivir bajo sus reglas.