Opinión

En tractor a ver a Torra

Yo para ser feliz quiero un tractor, podría cantar imitando a Loquillo el presidente del Gobierno cuando vaya a ver a Torra, que es en lo que está el Gobierno ahora, en el independentismo de Tractoria, y no en los que aran la tierra de verdad. No en ayudar a los que antes de las elecciones eran lo primordial y ahora se convierten en cardos borriqueros que no están por la estabilidad del país. La España vacía, Teruel existe y la madre que parió a la vaca, que se hacían fotos con el ganado tapándose la nariz por el estiércol, llevó también a Sánchez a ganar la investidura, pero esa parte se eclipsa por el todo que es el «conflicto» de Cataluña sin el que no podrá desenredar los Presupuestos. Cuando nos vengan a hablar del campo y de la importancia de la ecología para frenar el cambio climático habría que cantarles el fandango del tomate que estaba tranquilo en la rama. Atención amigo agricultor, está usted frenando la velocidad de crucero de las Españas para las que el DNI de Puigdemont vale más que el kilo de patatas. El campo es el nuevo enemigo, el coronavirus del Consejo de Ministros. Acabará en la cartera de la memoria histórica, rememorando la rebelión campesina de Extremadura del 36 y obviando la asonada anarquista de Casas Viejas, el borrón de la Segunda República para la que no hay recuerdo digno. Gobernaba Azaña, el hombre al que ahora algunos quieren repatriar para limpiarle las lentes. No puede digerir coalición tan progresista que se revuelvan los de la hoz sin martillo para atizarles. Los levantamientos de la canalla del terruño han tomado al Ejecutivo por las hojas. La respuesta no puede ser más desconcertante, noticias falsas en toda regla , esas «fake news» que el propio Gobierno iba a combatir. De la vergüenza de los precios no tienen la culpa los supermercados y la subida del salario mínimo, les guste o no, sí que influye en la siembra del problema. A ver, por mucho que se esfuerce ahora la Policía, por orden de los que comen coles mientras el presidente está en Bruselas, en horadar acequias de violencia que no tienen valor de regar cuando los tractores invanden las autopistas catalanas, no conseguirán poner puertas al campo. Que le digan a los que se levantan al alba que tienen que aguantarse porque así lo establece la política social del Ejecutivo. Esto es gobernar, queridos, darse cuenta de que aquellos por los que ayer levantábais el puño son personas de verdad y que sus problemas no los arreglan las lágrimas del vicepresidente.